Cuando se pronuncia la palabra "océano", surgen una infinidad de imágenes y símbolos. Evoca lo infinitamente grande, la profundidad, pero también la impermanencia: a veces algo apacible, a veces la tempestad.
También evoca el movimiento perpetuo, como una inmensa respiración, a veces suave, otras violenta. Su color como el del kesa.
Cuando el maestro Dôgen habla del kesa dice: "No es ni de algodón ni de lino ni de cáñamo, no se puede atrapar".
Su etimología, kasaya, quiere decir color velado, no se puede definir del todo, es marrón, es negro pero no es solo eso.
Es también comprender la dimensión elevada del kesa.
Como el océano, es azul, es verde, es negro, a veces adquiere un tinte cobrizo, a veces plateado.
Bajo algunos cielos casi tiene el color de la arena. No se puede nombrar del todo, nombrar su color. Es infinito.
Como el kesa, si se pretende nombrar, explicarlo en exceso, hay algo que se nos escapa. Como la práctica, se ha de comprender su elevada dimensión, la dimensión del Buda, la dimensión oceánica. Comprender que al venir aquí para practicar juntos uno no viene para perfeccionarse uno mismo ni para el propio bienestar. Que hay una dimensión salvadora.
Raphaël Doko Triet
Egino, en un octubre
3 pensamientos +:
Tambien cabe en una hoja de hierba, en una camiseta, en un plato de macarrones o en una piedra. ¿Porqué buscar entonces lejos de lo que ya somos?.
Seguramente sí, que todo cabe en todo y que la separación no es todo lo real que nos parece.
De cualquier forma a la hora de comunicar con palabras algunas cosas, casi no hay más remedio que hacerlo mediante símbolos. Y, claro, un plato de macarrones no es lo que se entiende por "símbolo".
Por cierto qué belleza la simbología, cuántos límites traspasados con ella.
También se ha dicho, creo que hace mucho tiempo, que todo el Universo cabe en un grano de arena. Y desde luego, cuando más se practica la Vía, más cosas caben en un grano de arena. Por tanto, supongo que debe ser cierto ...
Publicar un comentario