Un día, en una sesshin, la monja que la dirigía (esta vez y para variar era monja) dijo que Deshimaru decía:
"Es el Gran Yo quien decide que mueran el pequeño yo de cada uno y su cuerpo. Es el pequeño yo y el cuerpo que habita quienes mueren".
Fuera porque estaba en zazen y ya se sabe que estando así todo lo que se dice "entra", fuera porque estaba de dios que me enterara... fuera por lo que fuera, lo que importa es que se me quedó incrustado en la carne, sangre, corazón, mente y espíritu que lo que yo llamo "yo" es el yo pequeño, traducción y manifestación del Gran Yo.
Es muy cierto que se me descargó la espalda y hasta el alma de tantas cosas que me sobraban por ser asunto del pasado y no del presente que es lo único que me corresponde. Por eso, de vez en cuando, cuando las cosas se ponen feas me recuerdo a mí misma que es el Gran Yo quien decide y que Él sabe más y endereza los caminos aunque sean tantos como alientos (lo dicen los sufíes, los cabalistas, los maestros Zn, los cristianos -que no he dicho católicos-, los chamanes, los Vedas, la Biblia y el Zohar, los taoístas, masones y templarios, metafísicos de todos los tiempos y todos los que todavía no he conocido... si tantos lo dicen, yo incluida que también cuento, igual es verdad y puedo fiarme de mi nariz).
Hermoso y Simple, con mayúsculas, está escrito en el Shin Jin Mei: "Dios y yo no estamos separados" (lo pone así. Ya sé que en el Zn no se habla de Dios ni nada de eso, pero de verdad que en la edición de Miragüano de Dokushô está traducido con esa palabra que suele darnos tanto reparo pronunciar, no sin razón). Y me lo creo a pies juntillas con todas sus implicaciones que son muchísimas y todas liberadoras.
Un saludo para todos los del Comando Dharma que han facilitado, con su última entrada, que recordara todo esto y alguna cosa más.
2 pensamientos +:
Que gran momento cuando haces algo, pero sólo haces algo, ni el yo pequeño ni el cuerpo dicen nada, haces.
Imagino que lo oído muchas veces, “lo tienes que hacer tú”, es lo que vale. Como el anciano monje que trabajaba bajo los más duros rayos de sol del mediodía, ¿quién si no?.
No sé exactamente donde se deja uno, ni sé donde se coge el otro. No sé si se pueden contar las paradas entre ellos, pero una vez que sales de la parada empiezas a encontrar los mejores paisajes.
Eso sí: mi parte (pequeña) la hago yo y que El Gran Yo haga la suya (grande) que para eso es grande. En esa confianza descanso. Qué razón tienes. Qué más da dónde o cuándo empieza uno y acaba otro, qué nos importa...
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