Nada personal
En el universo no hay nada personal. Y saberlo aunque solo sea un destello chiquitín un ratito, resulta muy liberador.
Que nadie ni nada hace nada contra mí personalmente parezca lo que parezca y aunque de todos modos la situación requiera una acción... no personal.
Que llueve porque llueve, no porque la naturaleza me tenga manía ni haya calculado fríamente cuándo son mis vacaciones para esperar a llover. Esto que es relativamente simple de asumir se convierte en desesperantemente difícil cuando se trata de las relaciones entre nosotros los humanos. En ese momento se me olvidan todas las "grandes comprensiones" de las leyes que rigen el universo entero y me doy por ofendidísima cuando, por ejemplo, no le caigo bien a alguien o me contradice o tiene la desfachatez de gritarme o reconvenirme por cualquier bobada con la que no estoy de acuerdo.
Suele pasar que como me sé todo lo que me tengo que saber, si me preguntan, responderé algo así como "no le puedo caer bien a todo el mundo" y pondré cara de no pasa nada. Pero, si me forzaran a ser sincera, en mis adentros el asunto va de otra forma: sí pienso, contra toda lógica aplastante, que con lo buena gente que soy (y aunque no lo fuera) debería caerle bien a todo el mundo, todos deberían tratarme bien ¿?. Pero sí pasa mucho, ¿cómo que no pasa nada?, me duele. Ridículamente y ridículo dolor pero dolor al fin y al cabo.
Excepto algunas veces que por alguna razón desconocida me habita un cierto estado de gracia o llevo muchos zazenes encima y estoy en estado de gracia transitorio como nos pasa a todos, sin esquemas mentales acerca de cómo deberían ser las cosas y las personas.
Operar, jugar, danzar con los acontecimientos sin añadirles valoraciones que no vienen a cuento de nada es lo que recomendaba, con muy buen juicio estoico, Marco Aurelio en sus "Meditaciones": "Si el pepino es amargo, tíralo. No le añadas: ¿por qué me pasa a mí esto?"
Y muchos más antes y después de él. Que no son las cosas buenas ni malas en sí mismas. Que lo que las convierte en una u otra cosa es la opinión que yo tengo sobre ellas. Y esa opinión es eso y nada más que eso: una opinión.
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Me he puesto a pensar adjetivos calificantes, cuantificantes, cualificantes, edulcorantes, anexorizantes y otros cuantos que no sé cómo calificarlos, en total muchísimos. Cada una de nuestras experiencias pasa por nuestro juicio y por el examen de la calificación, resulta casi imposible pasar por una experiencia sin juzgarla, es más, no recuerdo ninguna donde no tenga mi juicio. Puede ser que lo no juzgado no exista para nosotros. El juzgar y lo humano van de la mano. ¿Podemos hacer que esta pareja con papeles y bendición se rompa?. Intentar no juzgar es un acto premeditado o un ejercicio mecánico de muchos años. En todo este berenjenal, de juzgar o no juzgar, las relaciones sociales son lo inmediato, el presente, el cara a cara, el punto donde dejar de juzgar es dejar de lado lo humano.
Lo sé y lo sé sentir pero de momento no lo sé escribir. Sí sé discernir entre una acción personal y una acción requerida conforme al Orden de la cosas. Y eso solo sucede cuando los esquemas mentales egoicos no están activos (aunque sea de casualidad).
Lo digo una y otra vez, tantas porque me parece decisivo que la acción derivada del juicio no sea tan solo personal y para mi persona.
Es un gran tema que me encantaría debatir en persona.
Un saludo.
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