ZEN y enfermedad

 
(Leedlo hasta el final (por favor, claro) aunque a la mitad os entren ganas de dejarlo por creer que el autor está lejos del Zen. Ya veréis que no. La reflexión que hace es tan Zen como el Shin Jin Mei y merece la pena. O eso me parece y...
de todos modos, todas las tradiciones son la Tradición sea cual sea la forma)

"Encontrándose Tozan enfermo, un monje le preguntó:


- Su reverencia se encuentra mal. Hay alguien ahí que no está enfermo?
- Sí, lo hay, dijo Tozan.
- Ese que no está enfermo cuida a su reverencia?, volvió a preguntar el monje
- El viejo monje es quien le cuida a él en realidad,  fue la respuesta de Tozan
- ¿Qué es lo que sucede cuando su reverencia cuida de él?, quiso saber el monje
- Entonces el viejo monje no ve que haya enfermedad, contestó Tozan"

He escogido este koan por razones evidentes, puesto que en esta entrega se trata de hablar de la enfermedad desde el punto de vista del Zen. Desde hace muchos años (veinticinco aproximadamente) vengo siguiendo la rama del budismo conocida como el Zen, pero fue cuando sucedió súbitamente la experiencia llamada kensho, cuando de hecho entré en el camino. "El camino no es difícil, decía Nansen, únicamente no elijas". No elijas la salud cuando tienes enfermedad, podríamos decir. No elijas tampoco la enfermedad, cuando tienes salud.

La salud y la enfermedad son de hecho como el día y la noche, se suceden la una a la otra durante...
... toda nuestra vida de tal modo que a veces no es fácil distinguir en qué fase estamos. Muchas veces, incluso, se entremezclan íntimamente. En el momento que escribo, puedo considerarme sano, pero ¿cómo saberlo ciertamente? Podría estar incubando un cáncer desde hace años, y no ser todavía consciente de sus síntomas. Incluso yendo al médico, lo más probable es que saliera de allí sin saber si realmente estoy enfermo, pues muchas enfermedades no dan la cara hasta que están en fase avanzada.

Lo cierto, sin embargo, es que en este momento no tengo síntomas de enfermedad. No me duele nada de un modo alarmante, ni he recibido malas noticias. Alguna vez en el pasado he estado en esa situación, sin embargo. Nada serio, enfermedades de las que se sale adelante. En ocasiones he estado con un dolor de espalda agudo, como si no fuese a dejar de doler nunca, y luego misteriosamente, el dolor ha desaparecido tan rápidamente como empezó, sin dejar el menor rastro.

Sin embargo, a veces, el dolor acude a saludarme. Un noche, durante un mes de retiro solitario en las montañas, no podía dormir a causa de una punzante sensación en la planta del pie. En ese momento era cristiano practicante, y pedí a Cristo que tomara el dolor, y recitando una simple oración "Cristo audinos", por extraño que parezca, llegué a desaparecer en el seno del mismo, hasta que entre el dolor y yo pareció no haber separación. Cuando esto sucedió caí dormido y al despertar el dolor se había ido, y no regresó más.

Dar el dolor a Dios, darle los pecados, darle los sufrimientos, forma parte del camino cristiano, y seguramente el entrenamiento de alguien que sigue a Cristo, sería entregarle en todo momento sus sufrimientos. Cristo lo dice muy claro en cierto momento, con estas palabras: VENID A MI TODOS LOS QUE ESTAIS CANSADOS Y AGOBIADOS, Y YO OS DARE DESCANSO! (Mateo 11:28)

Un enfermo puede tomar esas palabras como su forma de vivir la enfermedad, si es cristiano, entrando una y otra vez en contacto con el Cristo en su corazón, por medio de la repetición incesante de una oración como la que yo repetí en aquel momento. (Es, supongo, el modo en que se realiza la oración de Jesús, según sabemos por el encomiable libro "Memorias de un peregrino ruso"?

Pero no me corresponde a mi enseñar el camino de Cristo, pues no es el camino que yo sigo. Yo sigo el camino del Zen, según he dejado claro y, aunque he intentado a veces (lo confieso aquí) tomar el Zen en unión de Cristo, mi experiencia personal ha sido clara y contundente en última instancia: El Zen no es el camino de Cristo, y si lleva o no lleva a Cristo, yo lo desconozco por completo. (Lo que sí me atrevo a afirmar, es que no aleja de él, de modo que alguien que tenga un compromiso claro con Cristo, puede sin ningún temor practicar zazen, esperando que sea una ayuda para él)

Dejando esto a un lado, me vuelvo a centrar en el camino del Zen y la enfermedad y, para ello, vuelvo otra vez al koan, que describe un dharma combate entre el maestro Tozan y uno de sus discípulos. El monje que pregunta a Tozan quizás lo quiere poner a prueba o quizás quiere que Tozan le muestre su manera de vivir la enfermedad, y su primera pregunta indica seguramente que él mismo ya ha tenido una experiencia de kensho en algún momento. "Hay alguien ahí que no está enfermo?" Yo mismo puedo entender el sentido de la pregunta, desde mi humilde comprensión no intelectual.

En medio de la enfermedad, ¿quién no está enfermo? Si puedes mostrar al que no está enfermo, cuando estás enfermo, entonces estás a salvo de la enfermedad. Si tu comprensión del Zen (o del budismo) es puramente intelectual, entonces no te servirá de mucho, y la enfermedad será una pesada carga que deberás soportar. Pero la realización del kensho abre la puerta a la verdadera salud del cuerpo- mente, suponiendo que sigamos fieles a lo que se vio en ese momento.

Tozan se refiere a sí mismo como el viejo monje, y esto nos hace pensar en alguien que lleva una larga vida de práctica y entrenamiento Zen en un monasterio. Alguien que, como el gran maestro que fue, ha alcanzado una visión mucho más profunda que la del monje que le pregunta. Al decir "Sí, lo hay" ya demuestra sin ambivalencia su realización de la naturaleza de Buda. Ese "Sí, lo hay" está más allá de sí o no. En ese momento Tozan abre sus entrañas y muestra su realización sin lugar a dudas. En japonés "Sí, lo hay" se dice "Hai, so dessu", pero viene a significar más bien "¡Aquí está!". Es como si dijera, "¿Acaso no la ves?"

"¿Ese que no está enfermo, cuida de su reverencia?" Si Tozan hubiese dicho que sí, su realización del Zen se habría venido abajo como un castillo de naipes. Nadie que dice sí o no, tiene capacidad para mostrar el camino a otro, porque el sí o el no caen fuera del único camino. "El viejo monje es quien cuida de él en realidad", dice Tozan, y esa respuesta muestra la quintaesencia del Zen. En el Zen no hay un Dios que cuide de nosotros, ni un Cristo que tome nuestros pecados y cargas. La peculiaridad del Zen es llevar más allá de las barreras de separación entre un tú y un yo.

Si yo estoy aquí sentado, y Dios (o Cristo o Buda) está ahí delante de mí, eso no es Zen. Si yo estoy aquí tumbado y separado de mi dolor, entonces el dolor me aplasta y convierte en un miserable. En el Zen no hay nadie que cuide de nosotros, a quien dirigirnos en busca de ayuda. El Zen nos lleva a la ausencia de separación entre yo, Dios y la enfermedad. Dios cuida de mi, o yo cuido de Dios, ¿cuál es la diferencia? Si hay una separación entre Dios y yo (o entre Buda y yo), eso no es la realización del Zen.

El monje, no enteramente satisfecho, vuelve a la carga "¿Qué es lo que sucede cuando su reverencia cuida de él?" Su pregunta expresa un deseo de llegar más hondo, pero las palabras no pueden llevarle a la realización. Como dice el Tao Te King: "El Tao que puede conocerse no es el Tao". Tozan no explica nada, solo contesta "El viejo monje no ve que haya enfermedad".

Uno imagina a Tozan hablando en un susurro, como expresando una verdad obvia, la verdad más íntima y profunda del budismo: No hay dolor, ni ausencia del dolor, ni destrucción ni camino ni conocer ni alcanzar.

(Extraído de http://evangelioyzen.blogspot.com/ )
 

1 pensamientos +:

Siddharta dijo...

Que texto tan grande! GASSHO.

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