Dáte cuenta de que tú mismo no serás grande hasta que hayas vivido largo tiempo.
En el Tenzo kyokun (manual de instrucciones para el cocinero zen), Dôgen señala tres "clases" de espíritus: kishin, el espíritu feliz; daishin: la grandeza de espíritu; roshin o robai shin: el espíritu de la abuela.
Esa forma de ser, estar y actuar, emocionarse y transmitir que tienen las abuelas; limadas las asperezas de su carácter por los años y las circunstancias; que dejaron a un lado el orgullo porque tuvieron tiempo suficiente para saber que nunca fueron ni más ni menos que cualquiera. Que comprenden sin justificación ni ira. Que enderezan con suavidad firme y serena. Delicada y segura.
Habrá que recuperar el respeto por el consejo de los ancianos. Algunos de nosotros tendremos que aprender y encarnar esa forma porque nos va llegando el tiempo y es bueno que no se pierda nunca el espíritu dulce y amable que, de todos modos, ni cede ni duda ni transige... con mucha suavidad y mucha paciencia, que decía Etiénne.
Y, sobre todo, concedernos el permiso de tratarnos así a nosotros mismos. Sin maltratarnos y asumiendo el castigo justo (que suele corresponder con la reparación del daño hecho).
Las abuelas nos cogen de la mano y susurran ánimos y promesas mientras nos conducen a nuestro lugar en el mundo... vale, también es verdad que si nos ponemos brutos nos sacuden con la zapatilla.
Por cierto, la foto es un fotograma de la película "El camino a casa". Dicen que es una ternura. Por si no la habéis visto.
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