"... tan sólo una larga cadena de discípulo a discípulo"
La cuestión es si un maestro es, o debe ser, un ejemplo de vida o si es alguien que, queriendo o sin querer, abre ojos, proporciona llaves de puertas, empuja y espolea más allá de lo que creemos ser capaces; aunque no sea el mejor ejemplo y él o ella mismos sean un completo desastre en casi todo. Igual por eso alguien dijo en una entrada reciente: "Haz lo que yo diga, no lo que yo haga".
Muchas veces, muchas, alguien me recomienda algo o escucho una gran idea o dice una verdad de perogrullo que yo ni había olido. Esos alguienes, igual que yo, no siempre actúan como dicen que hay que hacerlo, pero eso no le resta ni un ápice de precioso valor a lo que han dicho. Y en ese momento son mis maestros auténticos.
Es verdad: son mejores nuestras intenciones que nuestros actos. Habrá que hacerlos coincidir todo lo que podamos y después sacudirnos las manos y desentendernos de las consecuencias.
Somos humanos y eso explica que no nos comportemos como dioses perfectos en todo momento con todo el mundo. Pobres dioses, ¡qué cruz les ha caído!
Una vez leí que muy pocos soportarían a su lado a una persona realmente "buena". Quienes son buenos para nosotros porque nos obligan a actuar como lo que realmente somos, suelen resultarnos crueles. Es la fama que tienen los maestros zen. Claro que, bien mirado, quienes andamos por aquí les hemos dado permiso para que nos lleven "más allá de más allá hasta cruzar a la otra orilla". Lo que pasa -a mí al menos me pasa-, es que hay veces que dan ganas de quedarse en la de acá. No siempre.
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