Al rey Seko le gustaban mucho los dragones. Era una auténtica pasión lo que tenía por este tipo de extrañas criaturas. Las paredes de su palacio estaban llenas de pinturas de dragones, los suelos lucían con mosaicos de dragones, en los salones había dragones esculpidos en estatuas, en frisos…
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Una mañana, al levantarse el rey Seko, abrió la ventana que daba a los jardines de palacio… y cuál sería su sorpresa al ver un gran dragón que, asomándose por ella, le mostraba su rostro. Nunca había visto un dragón real a pocos metros de él.
El rey, completamente conmocionado y asustado, se desmayó. Al rey Seko sólo le gustaban las imitaciones de dragones. Le daban miedo los auténticos.
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3 pensamientos +:
Hemos de tener cuidado con lo que deseamos, porque puede que se acabe cumpliendo... Gracias por compartir esta hermosa y aleccionadora historia. Gasshö __/\__
Estamos tan acostumbrados a tomar por reales las imitaciones que cuando nos enfrentamos con lo verdadero no podemos sopoertarlo.
Bss
No recuerdo ahora una frase que decía algo como esto: "Quien confunde la realidad con la ficción, terminará comiendose el menú en vez de la sopa"
O algo así.
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