... pudiera ser que hubiera que hablar de ella. Para reconocerla como amiga en vez de como enemiga a combatir con actividad o compañía. A lo mejor habría que comenzar a apreciar el silencio y las ausencias.
Es en la soledad donde me aprecio si no me desprecio. La soledad me regala un espacio que ningún hombre o mujer pueden ofrecerme. Es un espacio sagrado donde me encuentro con lo que soy sin adornos. Y lo digo en serio. Pruébalo y, si sobrevives, que no es fácil, nada habrá que pueda destruirte. Como dice la poesía de Rudyard Kipling: Si nada que te hiera puede hacerte una herida... será porque has hecho "migas" con la soledad que es nuestra más auténtica compañía. La que nunca falla. La que nos alimenta. Con la que llegamos, con quien nos vamos.
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