Cuando comencé a practicar zazen me llamaba la atención lo
fácil que me resultaba quedarme quieta en silencio y lo poco que me gustaba el
intermedio de kinhin. Me dolían las caderas, se me rebelaba el equilibrio en
cada paso y, si por mí hubiera sido, habría caminado un poquito más deprisa de lo que me decían que tenía que hacerlo. Tal vez porque mi mente corre tanto que ni mis manos ni mis
pies llegan a poder posarla. Habría preferido que fuera sin prisa pero sin
pausa porque lo que me sacaba de quicio era precisamente la pausa, a mi modo de
ver eterna, entre paso y paso diminuto.
Kinhin es el patito feo del zen y sin embargo es la piedra
de toque, después de todo, en lo que se refiere a nuestra acción en el mundo.
Es la parte de zazen que entrena en el ir de la contemplación a la acción
cuando el dojo se cierra a mis espaldas.
Uno piensa que zazen es “nada más” que lo que hemos
escuchado mil veces repetido pero es cierto que también es la “reproducción”
fiel y exacta de la Creación en su viaje de ida y vuelta y vuelta a comenzar: Nada-acto-nada.
Silencio-sonido-silencio. Vacío-forma-vacío. Por descontado que esto que digo
no es lo que Es pero no se me ocurre cómo decirlo para que las palabras se
ajusten a la realidad y como a buen entendedor pocas palabras le bastan...
Kinhin es como si fuera el acto, sonido y forma entre
sentarse y sentarse. Es ahí donde vemos cómo ponemos en pie y en marcha el zazen de
todos los días: algunas veces posamos el pie como pidiendo perdón y permiso,
otras arrasamos como elefante en una cacharrería, otras más no se sabe si
parece que avanzamos o nos queremos quedar, temblando de miedo...
Sea como sea, que para cada cual es de una manera y de cada
vez es distinto, la próxima vez que la campanita haga “dinnnngggg” y toque
kinhin, mira a ver si corres o caminas, si tus pasos suenan como el cristal o como
la tormenta o sólo hacen ruido o ni se notan o empujas al de delante o frenas
al de detrás.....
4 pensamientos +:
Bellísima entrada.
Gracias.
Te adjunto este texto de un chaman sioux. creo que será un buén complemento.
Caminar de forma sagrada es hacer de la vida un arte,
vivir cada momento como si fuera el último,
dar cada paso como si fuera el primero.
Inspirar amor y conciencia en este frágil cuerpo nuestro
y entrar en el cuerpo mayor que todos compartimos.
Ver que cada paso debe ser dado con ligereza,
sin forzar nada, sin crear más ego.
Caminar de manera sagrada es
liberarnos de nuestro sufrimiento
y permitir que la brillante esencia del momento
dirija nuestro siguiente paso.
En un cuerpo abierto, en una mente abierta,
en un corazón abierto,
las posibilidades son ilimitadas.
La sanación se encuentra por doquier.
Cada paso es precioso.
Cada paso es una nueva sanación.
Hehaka Sapa. (alce negro)
El zen o, para mejor decir, su práctica, es contradictoria pues, luego de algunas sentadas queremos que llegue el momento de hacer Kinhin para salir del entumecimiento hasta que al rato de andar medio pie a medio pie, queremos volver al zafu porque ese andar lento, cansino y algunas veces desequilibrado, se nos vuelve eterno. Sin embargo, pude notar algunas veces, cómo el hecho de caminar atento a uno y a los demás respetando los tiempos de cada quién, nos permite practicar también la compasión, aunque sólo sea en pequeñas dosis. abrazos muchos, Musguito
A buen entendedor pocas palabras le bastan.
Para mi, Kinhin es parte esencial de la práctica, complemento inseparable de zazen. Reposo y movimiento, vacío y manifestación, ku y shiki. Y todo este montón de opuestos que se realizan y trascienden en el zen. Gassho a la pared y gassho a la sala.
Gracias Anne. Un abrazo muy grande.
Qué bien explicado, sólo alguien que deja reposar la mente puede con un sencillo texto llegar al corazón del leyente, gracias Ane
Mi cariño contigo
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