Cuento conmigo


He aprendido que cuento conmigo. Punto. Hasta que muera.

Mi jefe me sustituirá sin problemas por alguien más dócil o más barato.

Mi compañero me cambiará por otra más divertida o apasionada, que cocine mejor o le baile el agua en cualquier circunstancia.

Mi amiga me cambiará por quien la escuche sin interrupción ni peros.

Mis hijas por sus novios.

Mis padres por sus otros hijos... pero yo... yo no me voy a sustituir por nadie.

Cuento conmigo, seguro.

Además de porque me caigo bien y me he demostrado en los peores momentos que no me aparto ni me voy lejos, porque conozco las palabras tiernas que debo decirme en la tristeza. No me ofendo por las duras explosiones que nacen de mi ira (potente hasta los extremos más injustos como todas las iras). Conozco las justificaciones de cada uno de mis actos y palabras y muchas veces hago como que los acepto. Los perdono y disculpo o los celebro y admiro sin ningún sonrojo. Me trato con la más dulce ternura.

Cuando todo se ausenta, ahí estoy yo. Presta y dispuesta.

Teresa de Calcuta




Dicen que a la Madre Teresa de Calcuta le pasó en los últimos tiempos que se llenó de dudas, que dejó de ver, que quiso parar, que no tenía ánimo más que para reproches y blasfemias. Y que estaba asustada, muy asustada. Aburrida, cansada, asqueada, inútil y estéril.

De todos modos no paró. No lo hizo. Continuó aunque la confianza la había abandonado. Continuó aún cuando no encontrara ningún motivo personal (ni “cósmico”, seguramente) para hacerlo. Un día y otro y otro más a lo mejor creyendo que lo importante no es lo que uno siente sino lo que hace y regala.

Dicen que de tanto sufrimiento con el que se rozaba perdió la fe en el Espíritu y que “harta ya de estar harta ya se cansó”. Dicen que sufrió de sinsentido y desesperanza. Y que gritaba en sus cartas pidiendo consuelo, socorro y certezas a sus confesores que no sabían qué hacer por ella.

Y después murió y no fue la muerte de una santa aunque lo pareciera. O tal vez sí porque fue fiel mucho más allá de la fidelidad serena y deliciosa de los bendecidos por la gracia de la Fe.