Contra la vulgarización

  
Sin ánimo de ofender porque,como siempre, me estoy hablando.
aquí me la juego :(

La necedad de un elevado número e incluso de la mayoría de los hombres, en nuestra época sobre todo, y cada vez más a medida que se generaliza y se acentúa la decadencia intelectual característica del último periodo cíclico, es quizás la cosa más difícil de soportar que haya en este mundo.

Es menester agregar a este respecto la ignorancia, o más precisamente un cierto tipo de ignorancia que le está por lo demás estrechamente ligada, una ignorancia que no es en modo alguno consciente de sí misma, una ignorancia que se permite afirmar tanto más audazmente cuanto menos sabe y menos comprende, y que, por eso mismo, en el que está afligido por ella, es un mal irremediable.

Necedad e ignorancia pueden reunirse en suma bajo el nombre común de incomprensión; pero debe entenderse bien que soportar esta incomprensión no implica de ningún modo que uno deba hacerle concesiones, ni que deba abstenerse de rectificar los errores a los que da nacimiento y de hacer todo lo posible para impedirles extenderse, lo que, por lo demás, es bien frecuentemente una tarea muy penosa, sobre todo cuando uno se encuentra obligado, en presencia de la obstinación de algunos, a repetir muchas veces cosas que, normalmente, debería bastar haber dicho de una vez por todas.

Por otra parte, esta obstinación con la que uno se choca así no está siempre exenta de mala fe; y, a decir verdad, la mala fe misma implica forzosamente una estrechez de miras que no es en definitiva más que la consecuencia de una incomprensión más o menos completa, eso, cuando no ocurre también que incomprensión real y mala fe, así como necedad y maldad de intenciones, se mezclan de una tal manera que es a veces bien difícil determinar exactamente la parte de una y de la otra.

Al hablar de concesiones hechas a la incomprensión, pensamos concretamente en la vulgarización bajo todas sus formas; querer «poner al alcance de todo el mundo» verdades cualesquiera, o lo que se considera al menos como verdades, cuando ese «todo el mundo» comprende necesariamente una gran mayoría de necios y de ignorantes.

 Por lo demás, la vulgarización procede de una preocupación eminentemente profana, y, como toda propaganda, supone en el mismo que se libra a ella un cierto grado de incomprensión, relativamente menor sin duda que el del «gran público» al cual se dirige, pero tanto mayor cuanto más rebase el nivel mental de éste lo que pretenda exponer. Por eso es por lo que los inconvenientes de la vulgarización son más limitados cuando lo que se dedica a difundir es igualmente de un orden completamente profano, como las concepciones filosóficas y científicas modernas, que, incluso en la parte de verdad que puede ocurrir que contengan, no tienen ciertamente nada de profundo ni de trascendente.

Por lo demás, este caso es el más frecuente, ya que es eso sobre todo lo que interesa al «gran público» a consecuencia de la educación que ha recibido, y también lo que le da más fácilmente la agradable ilusión de un «saber» adquirido a poco precio; el vulgarizador deforma siempre las cosas por simplificación, y también afirmando perentoriamente lo que los expertos mismos no miran sino como simples hipótesis, pero, al tomar una tal actitud, no hace en suma más que continuar los procedimientos en uso en la enseñanza rudimentaria que se impone a todos en el mundo moderno, y que, en el fondo, no es también nada más que vulgarización, y quizás la peor de todas en un sentido, ya que da a la mentalidad de aquellos que la reciben un moldeado «cientificista» del que bien pocos son capaces de deshacerse después, y que el trabajo de los vulgarizadores propiamente dichos apenas hace otra cosa que mantener y reforzar todavía, lo que atenúa su responsabilidad en una cierta medida.

Actualmente hay otro tipo de vulgarización que, aunque no alcanza sino a un público más restringido, nos parece que representa peligros más graves, aunque no sea más que por las confusiones que corre el riesgo de provocar voluntaria o involuntariamente, y que apunta a lo que, por su naturaleza misma, debería estar más completamente al abrigo de semejantes tentativas, queremos decir, las doctrinas tradicionales y más particularmente las doctrinas orientales. A decir verdad, los ocultistas y los teosofistas habían emprendido ya algo de este género, pero no habían llegado a producir sino groseras contrahechuras; lo que ahora se trata reviste apariencias más serias, diríamos de buena gana más «respetables», que pueden imponerse a muchas gentes que no habrían sido seducidos por deformaciones demasiado visiblemente caricaturescas.

Por lo demás, entre los vulgarizadores, hay que hacer una distinción en lo que concierne a sus intenciones, aunque no en los resultados en los cuales desembocan; naturalmente, todos quieren extender igualmente lo más posible las ideas que exponen, pero pueden ser llevados a ello por motivos muy diferentes.

Por una parte, hay propagandistas cuya sinceridad no es ciertamente dudosa, pero cuya actitud misma prueba que su comprensión doctrinal no podría ir muy lejos; además, incluso en los límites de lo que comprenden, las necesidades de la propaganda les llevan forzosamente a acomodarse siempre a la mentalidad de aquellos a quienes se dirigen, lo que, sobre todo cuando se trata de un público occidental «medio», no puede ser más que en detrimento de la verdad; y lo más curioso es que hay en eso para ellos una tal necesidad que sería completamente injusto acusarles de alterar voluntariamente esta verdad.

Por otra parte, los hay que, en el fondo, no se interesan sino muy mediocremente en las doctrinas, pero que, habiendo constatado el éxito que tienen estas cosas en un medio bastante extenso, encuentran oportuno aprovechar esta «moda» y han hecho de ello una verdadera empresa comercial; por lo demás, eso son mucho más «eclécticos» que los primeros, y difunden indistintamente todo lo que les parece que se acomoda a la satisfacción de los gustos de una cierta «clientela», lo que, evidentemente, es su principal preocupación, incluso cuando se creen en el deber de proclamar algunas pretensiones a la «espiritualidad».

Bien entendido, no queremos citar ningún nombre, pero pensamos que muchos de nuestros lectores podrán encontrar fácilmente por sí mismos algunos ejemplos de uno y otro caso; y no hablamos de simples charlatanes, como se encuentran sobre todo entre los pseudo-esoteristas, que engañan a sabiendas al público presentándole sus propias invenciones bajo la etiqueta de doctrinas de las cuales ignoran casi todo, contribuyendo así a aumentar más la confusión en el espíritu de ese desdichado público.

Lo más penoso de todo esto, aparte de las ideas falsas o «simplistas» que se extienden así sobre las doctrinas tradicionales, es que muchas gentes no saben hacer siquiera la distinción entre la obra de los vulgarizadores de toda especie y una exposición hecha por el contrario al margen de toda preocupación de agradar al público o de ponerse a su alcance; lo ponen todo sobre el mismo plano, y llegan a atribuir las mismas intenciones a todo, comprendido lo que está más alejado de eso en realidad. Aquí, tenemos que vérnoslas con la necedad pura y simple, pero a veces también con la mala fe, o más probablemente con una mezcla de una y otra; en efecto, para tomar un ejemplo que nos concierne directamente, ¿cómo sería posible, después de que hemos explicado claramente, cada vez que se ha presentado la ocasión para ello, cuántas y por cuáles razones somos resueltamente opuestos a toda propaganda, así como a toda vulgarización, puesto que hemos protestado en varias ocasiones contra las aserciones de algunos que, a despecho de eso, por ello no pretendían menos atribuirnos intenciones propagandistas, cómo sería posible, decimos, cuando vemos a esas mismas gentes o a otras que se les parecen repetir indefinidamente la misma calumnia, admitir que sean realmente de buena fe? Al menos, si a falta de toda comprensión, tuvieran siquiera un poco de espíritu lógico, les pediríamos que nos dijeran qué interés podríamos tener en buscar convencer a cualquiera de la verdad de tal o cual idea, y estamos bien seguro de que jamás podrían encontrar la menor respuesta un poco plausible a esta pregunta.

En efecto, entre los propagandistas y los vulgarizadores, unos son tales por efecto de una sentimentalidad desplazada, y los otros porque encuentran en ello un provecho material; ahora bien, es harto evidente, por la manera misma en la que exponemos las doctrinas, que ni uno ni otro de esos dos motivos entra aquí en parte alguna por mínima que sea, y que, por lo demás, suponiendo que hayamos podido proponernos alguna vez hacer una propaganda cualquiera, habríamos adoptado entonces necesariamente una actitud completamente opuesta a la rigurosa intransigencia doctrinal que ha sido constantemente la nuestra.

No queremos insistir más en ello, pero al constatar por diversos lados, desde hace algún tiempo, una extraña recrudescencia de los ataques más injustos y más injustificados, nos ha parecido necesario, aún a riesgo de atraernos el reproche de repetirnos demasiado frecuentemente, poner una vez más las cosas en su punto.


(René Guénon.- Iniciación y Realización espiritual)
    

Parece que hay alternativas.

"HAY ALTERNATIVAS". Nuevo libro de Vicenç Navarro, Juan Torres y Alberto Garzón con prólogo de Noam Chomsky.
Juan Torres López, catedrático de economía aplicada

NOTA DE LOS AUTORES
Hace un par de meses, la Editorial Aguilar, mostró su interés por publicar nuestro libro HAY ALTERNATIVAS. Propuestas para crear empleo y bienestar en España, que nos prologó Noam Chomsky.

Cuando ya se había concretado como fecha de publicación el libro el 19 de octubre y se había comenzado su promoción en la web de Aguilar y en librerías, los editores nos comunicaron que la empresa deseaba retrasarla sin otra explicación de por medio, lo que nos obligó lamentablemente a desestimar su publicación en esa editorial. Se confirmaba así lo difícil que resulta difundir en España, en los momentos en que son más necesarias que nunca -como ahora en periodo pre-electoral-, ideas alternativas al pensamiento único que predomina en el debate político y social.

Para solventar esta situación hemos optado por ofrecer nuestra obra gratuitamente en formato pdf a través de la red y en una nueva edición impresa en Ediciones Sequitur que, con la colaboración de ATTAC España, se ha arriesgado a publicar rápidamente este libro que estará en librerías al precio de 10 euros a partir del 31de octubre.

Tenemos la firme convicción de que solo haciendo que la ciudadanía sepa lo que de verdad está sucediendo en nuestra economía y divulgando las alternativas que existen a esta aguda crisis del capitalismo podremos salir de ella con más empleo y bienestar social, como demostramos en este libro.

Por eso llamamos a divulgar esta versión en pdf, a estudiarla y difundir sus propuestas y pedimos a todos los lectores que se conviertan ellos y ellas mismas en distribuidores del libro una vez que se encuentre impreso.

Contra la censura de los grandes oligopolios y el pensamiento único que imponen los poderes económicos, financieros y mediáticos defendamos la pluralidad y la libertad de pensamiento conociendo y difundiendo el pensamiento crítico.

Puedes descargar el libro gratuitamente aquí
http://www.attac.es/hay-alternativas-nuevo-libro-de-vicenc-navarro-juan-torres-y-alberto-garzon/

Entrevista (antigua) a Dokushô Villalba, practicante de zazen.

 
Dokushô Villalba es una referencia importante en el zen español si ninguna duda. "Su" templo (Templo Zen Luz Serena) probablemente sea el que tiene más peso mediático y no mediático de todo nuestro territorio. Desde luego es el más conocido.

Dicen que la sangha de Dokushô canta el Hannya en castellano y que tienen permitido coser el rakusu y el kesa con máquina de coser. No lo sé de primera mano y tampoco sé si es mejor o peor que otras opciones. ¡Se dicen tantas cosas! Sé que son muy activos en la difusión del zen y sé que lo que de Dokushô resulta tan cercano es que ha transitado casi todos los caminos por los que, quienes tenemos edad suficiente, hemos andado. (Vale que personalmente con el LSD no he tenido contacto, pero hay quien sí)

Esta entrada es porque en un blog que habla de zen (aunque en éste la verdad es que de lo que más habla es de las "cositas que tiene el vivir") casi no queda más remedio que reseñarlo más de una vez.

Y porque aunque Jesús Quintero me resulte un tanto "empalagosillo", hay que reconocer que suele atinar con las preguntas. O al menos yo se lo reconozco.

También Dokushô me parece un poco excesivamente monje iluminado, pero ésa es tan solo mi opinión. Si bien lo miro yo misma no soy mucho mejor :)

Un saludo afectuoso y reconocido por su trabajo a él, a "su" sangha y al entrevistador.


Just do it!

 
Es sólo un minuto. Sólo por probar. A lo mejor te enganchas y tienes poco que perder: tan sólo un minuto.¿Puedes parar durante ese diminuto tiempo? ¿Quieres?

(Gracias a Mª Ángeles Álvarez Gorrin que nos lo descubrió)

Pensar en negativo

 
Pensar en negativo es fácil, se nos da bien, resulta natural y automático. No sé por qué pero es así. A lo mejor es para protegernos de antemano o porque tenemos implantado de fábrica el "por si acaso" o porque requiere menos energía....... sean cuales sean las razones, nos damos cuenta inmediatamente de los aspectos negativos de cualquier cosa, somos especialistas en el arte de encontrar "peros", desconfianza y drama.

Descubrir los aspectos positivos, divertidos, agradables o aprovechables de cualquier cosa que suceda en nuestro día requiere un examen más atento, más creatividad, más esfuerzo.

Seguramente por eso mismo termina dando como resultado mayor bienestar y alegría.

Los esfuerzos culminan en algo parecido al júbilo, la gloria. Subidón, para entendernos.

La comodidad, demasiada comodidad, termina en enfermedad y aburrimiento.

Dicen los psicólogos que se dedican a estudiar todo tipo de cosas extravagantes que los pesimistas disponen de un vocabulario menos rico y, sobre todo, muchas menos herramientas para construir felicidad que los optimistas. ¿No te lo crees? Vamos a jugar un poco. Pongamos que llueve justo el día que vas de compras o con la bici o de excursión:

- en modo negativo diremos algo parecido a: "¿Será posible?" "¡No me lo puedo creer"! "@#[*!!!!" "grrrrrr" "¡mierda!"... no más de seis palabras estilo "me c... en su p... madre" porque, total, para lanzar juramentos y blasfemias se necesita poco. Y una sola idea.

- en modo positivo: "bueno, mmmhhhh, ¿qué puedo hacer?... vale, genial!, me quedo en casa y así puedo planchar o hacer un bizcocho de nata y manzana. O a lo mejor podría darme una vuelta por esa novela tan gorda que tengo hace años y para la que nunca encuentro tiempo...." (he contado 47 palabras y al menos 3 ideas, ¿sí?)

O, un "suponer": quiero ver una obra de teatro y no quedan entradas. En modo negativo: ¿cuántas palabras uso?. ¿ Y en modo positivo?

O mi hijo va mal en el cole o tengo una enfermedad...... Éstas son difíciles.....

Como ya es habitual, repito: que sé que me explico mal y se me entiende bien.

Será que disfruto de buenos interlocutores :)

#15o: no cedas, no dudes

  
Esta tarde tenemos otra cita de esas que cambian de rumbo la historia y la Historia, la grande, la pequeña, la de todos. Es, por tanto, una buena acción: buena para mí, buena para ti, buena para todos.

Ni cedas ni dudes.


La única salida ante un callejón sin salida es dar la vuelta.


Txalaparta





Pertenezco por sangre y elección a un pueblo rudo y un tanto bronco. Con un idioma pobre en sutilezas que nombra tan solo lo que de verdad importa y es vital. Que asegura que euskaldun es aquel que habla y comprende el euskera, da igual quien sea o dónde haya nacido puesto que se sabe que podemos nacer, si queremos, en cualquier lugar. Y tenemos fama de resolver las cosas cuerpo a cuerpo. Sellamos los pactos de la palabra dada, compartiendo comida, risa y canciones a coro de voces hermanadas. Y cuando dos hombres y cuatro manos hacen sonar la txalaparta como si fueran millones, enmudecemos.

Igual que cuando, al término de una sesshin el espíritu se ha puesto de acuerdo con el Espíritu. Hablando el mismo idioma íntimo y básico.

La txalaparta y yo: una relación apasionada. Y un homenaje a mi padre de quien aprendí tantas cosas hermosas que no tienen palabras. Más bien sonido de cascadas de agua. (Como los hijos de Kopetz)

La comida no se tira: sopa de brujas y zumo de tomate demasiado maduro

   
En las sesshines dejamos los cuencos limpios, tan limpios que ni se friegan. Tan sólo apartamos, simbólicamente, un pellizco de pan para los gakis. 


La palabra oryoki podría ser traducida como ”justo lo necesario”. Esto quiere decir que cada uno recibe justo los alimentos necesarios para mantenerse en buen estado de salud. Ni más, ni menos. No hay derroches ni desperdicios. Lo que el responsable del servicio pone en los cuencos -siguiendo las indicaciones del que los recibe- es lo que cada persona consume. Una vez terminada la colación, cada uno rebaña su cuenco hasta no dejar ni una minúscula partícula de alimento. Después, cada uno lava sus cuencos con un poco de té, que es ingerido a continuación. De forma que, una vez concluida la comida, los cuencos están limpios y listos para volver a ser usados en la siguiente comida. Los alimentos sobrantes no servidos son reciclados e incluidos en la próxima colación. Nada se tira, nada se malgasta. Este es el espíritu del Zen. Esta actitud ante los alimentos no se ciñe exclusivamente a ellos, sino que se convierte en una actitud general ante la vida: usar “justo lo necesario”, (dice un practicante de zazen que se llama Dokushô)


Una de las pesadillas de un tenzo es calcular lo que se va a consumir. Que no falte, que no sobre. Que si sobra se reutilice.... por ejemplo haciendo "sopa de brujas". Es fácil: coges todo lo que sobró, añades agua, sal y un poco de patata o si lo prefieres, arroz. Y lo pones a hervir. Que unos y otros ingredientes se hagan amigos al calor de un buen fuego. Si la sopa no queda muy bonita la haces puré y listo. O "da de comer al hambriento" y repártela.


Si los tomates que compraste han madurado excesivamente como para una ensalada, pásalos por "el chino". Agrega sal y pimienta y desayuna con un poco de ese buen sol rojo.


Si la fruta está a punto de caducar, elimina lo podrido, añade alguna galleta, tritúralo todo y merienda como un bebé.


Si aún así te sigue sobrando comida (cosa bastante probable) métela en algún recipiente hermoso (que seguro que también te sobra) y regálaselo a alguien de la sangha o de la no-sangha.


Pero, ¡por dios bendito!, no desperdicies la comida que tanto le costó lograr al sol y a la luna, al agua y a la tierra, al hombre y a la mujer porque lo que solemos hacer es.............

Alfredo y Carmen ultiman los preparativos de sus vacaciones. En pocos minutos el cubo de la basura, que guardan debajo del fregadero de la cocina, está a rebosar de comida sin caducar. Un brick de leche, medio melón, melocotones, pasta, pan de molde... «Da pena tirar todo esto mientras otros pasan hambre pero el viaje es largo, hace calor y el maletero va hasta arriba de cosas...», justifica ella. Los hábitos de esta pareja, pese a la crisis, no son rara avis en los hogares españoles. En más de 16 millones de casas cada año se tiran a los contenedores más de 6.860 millones de euros en comida todavía en buen estado. Y eso que la necesidad va en aumento.

Madrid, 23.30 horas. Los empleados de un céntrico Starbucks -una conocida franquicia de cafés- echan el cierre y hacinan varias bolsas de basura en la entrada del local. En su interior, sandwiches, bocadillos y ensaladas que no caducarán hasta dos días después. La multinacional cafetera, con sede en Seattle (EEUU), tira todos los alimentos que no se hayan vendido dos días antes de que caduquen a excepción de los croissants, que se tiran todos los días a las 12.30 de la mañana cuando se reciben los horneados. Ni mucho menos son una excepción. En España, aunque no existen estadísticas oficiales sobre la cantidad de comida que se vierte a los basureros, se estima que el 20% de los alimentos frescos ofrecidos por restaurantes y grandes superficies acaban en los contenedores en perfectas condiciones para ser consumidos.

Y es que saber llenar la cesta de la compra sólo con lo necesario resulta, paradójicamente, más difícil que nunca. Cecilia Méndez, experta en sociología del consumo y de la alimentación de la Universidad de Oviedo, sostiene que a los españoles nos faltan dos cualidades básicas para no desperdiciar: aprovechar los restos de comida y tener tiempo para hacerlo correctamente. «Nos resulta más sencillo tirar la comida que reutilizarla para elaborar otros platos».

Pero no toda la culpa es nuestra. «Los establecimientos continuamente nos están bombardeando con ofertas que hacen pensar que estás ahorrando, de modo que acabas comprando más de la cuenta. Pagas tres cosas, cuando en realidad querías una, y dos acaban en la basura», alerta el portavoz de la asociación de consumidores FACUA, Rubén Sánchez. De hecho, una décima parte de los 646,5 kilos de alimentos que cada español compra al año viaja en buen estado a la basura. Esto sucede en el mismo país en el que más de 1,5 millones de personas pasan hambre, según datos de la Federación Española de Bancos de Alimentos.

Jóvenes que se acaban de emancipar y no saben comprar, familias que caen una y otra vez en las trampas comerciales del 3x2... El derrochador no tiene un perfil nítido. Puede ser cualquiera. Cada ciudadano tira cada año el equivalente a una cesta repleta de comida valorada en cerca de 150 euros: más de medio kilo de carne de bovino, casi cinco kilos de pan, dos de pescado, 12,5 kilos de huevos, ocho litros de leche o seis kilos de frutas y verduras.

DERROCHE INCONCEBIBLE

Las cifras abruman, aunque no dejan de ser discretas si se comparan con las de países como, por ejemplo, EEUU y Gran Bretaña. En el primero, la comida desperdiciada aumenta hasta un 40% (estudio de la Universidad de Arizona), mientras que se sitúa entre un 20% y un 30% en Gran Bretaña, según la oficina medioambiental británica. Tristram Stuart -abanderado del freeganismo, una corriente de nuevo cuño que pregona un estilo de vida alternativo basado en denunciar el consumismo para abastecerse de lo que tiran los establecimientos- ha levantado ampollas en el mundo anglosajón con su libro Waste: Uncovering the Global Food Scandal, en el que pone cifras, todas ellas escandalosas, a la sociedad de la opulencia. Hasta 484 millones de yogures sin abrir, 1.600 millones de manzanas en perfecto estado (27 por persona) o 2.600 millones de rebanadas de pan se arrojan a la basura cada año en Gran Bretaña.

El valor de lo que despilfarramos en los países desarrollados aumenta más, si cabe, cuando éste se relaciona con la lacra que el hambre arroja. Sólo con el pan que las familias británicas desechan cada año, 30 millones de personas malnutridas podrían aliviar su hambre (según datos recogidos por el diario británico The Guardian). El montante de lo desperdiciado en EEUU asciende a 45 millones de toneladas de una producción anual cifrada en 160. En el país más rico del mundo 30 millones de personas pasan hambre y sólo bastarían 1,8 millones de toneladas para que dejaran de hacerlo, es decir, aprovechar un kilo de cada 25 desperdiciados, según datos de la ONG estadounidense Food Not Bombs.

El derroche de los españoles tiene un precio: 6.500 millones de euros en comida que cada año se pudren en los cubos de la basura.

EL DESPILFARRO EN CIFRAS

España. Desechamos el 10% de los alimentos adquiridos, unos 2,9 millones de toneladas que darían de comer a la mitad de la población de Somalia durante un año.

La cesta. ¿Qué tiramos? 242.600 toneladas de carne, 111.000 de pescado, 330.000 de fruta, 27.500 de arroz, 139.000 de patatas, 222.000 de pan, 369,5 millones de litros de leche...

Otros países. Gran Bretaña tira 5,4 millones de toneladas, con las que se podría alimentar a toda Guinea (8,6 millones de habitantes). En EEUU la cifra aumenta a 45 millones: el sustento de toda Etiopía (73 millones de habitantes).

Fuente: solidaridad.net

(Busca "freeganismo" en la red. A lo mejor es una opción porque yo también soy Alfredo y Carmen y Starbucks y Mercadona o Hipercor y no quiero seguir siéndolo)
  
   

Bodhisattvas y Templarios

  
Y todo lo anterior y lo siguiente que venga, ni quita ni pone para que....

Dicen que los Templarios (adivina si es verdad aunque da lo mismo porque me parece una buena idea) antes de realizar cualquier cosa (que casi seguro que era matar a diestro y siniestro) rezaban un padrenuestro.

Yo, desde hace dos días que se me ocurrió por la noche casi de madrugada, antes de:


Hablar (que demasiadas veces es hablar sobre otros), recito los votos del bodhisattva.

Dormir, recito los votos del bodhisattva.

Escribir una entrada, recito los votos del bodhisattva.

Ir a trabajar, recito los votos del bodhisattva.

Comentar en fb, recito los votos del bodhisattva.

Cada dos horas de alarma de móvil, recito los votos del bodhisattva.

Ducharme a la mañana, limpiar la casa, encontrarme con alguien, cocinar, coser, leer... recito los votos del bodhisattva. 

Vamos que me paso el día recitándolos y.................. no me sienta mal, no. Me sienta bien. Llevo poco tiempo con esta práctica pero he notado que muchas veces no hablo, o no escribo o no comento. O hablo, escribo y comento. Desde luego que duermo a pierna suelta, trabajo con más eficacia, me limpio por dentro y por fuera, la comida sabe a más, la costura es más bella, la lectura.......

SHUJO MUHEN SEI GAN DO
Por numerosos que sean los seres, hago votos de salvarlos a todos.
BONNO MUJIN SEI GAN DAN
Por numerosas que sean las ilusiones, hago votos por vencerlas a todas.
HO MON MURYO SEI GAN GAKU
Por numerosos que sean los Dharmas, hago votos de obtenerlos a todos.
BUTSU DO MUJO SEI GAN JO
Por perfecta que sea la Vía del Buda, hago el voto de realizarla.
  

Y ahora Dôgen

 
(Del libro "Dôgen, Cuerpo y Espíritu" que a ver si termino de transcribir de una vez y lo dejo aquí listo para descargar.


Por otro lado pienso yo que para preservar una Tradición hay que conocerla y estaría bien que además de zazen -imprescindible- nos dejáramos cautivar y guiar por los textos de los antiguos Patriarcas, ya que no podemos escucharlos en directo)





Shôbôgenzô



Hacia el final de su vida, Kôdô Sawaki se negaba a recibir a cualquier visitante que hubiera ingerido alcohol, puesto que los efectos de la bebida habrían emborronado su verdadero rostro y la posible entrevista para hablar de la Ley del Buda no se convertiría, entonces, más que en mera charla de sobremesa para acompañar el sake, algo que habría fatigado inútilmente al anciano maestro.

En nuestra vida cotidiana y ordinaria, la mayoría nos encontramos también bajo la influencia de todo tipo de alcoholes; podemos llamarlos deseos, pensamientos, conceptos, ilusiones, creencias o como queramos, eso no cambia nada, pues los efectos siguen siendo en todo caso los mismos. Todos estos segregados característicos del género humano difuminan el verdadero rostro de la realidad y son el origen de nuestros sufrimientos y malestares.

A partir del sufrimiento de los hombres y de su propio sufrimiento y después de una larga y dolorosa búsqueda, Shâkyamuni fundó el budismo. De esta manera fue capaz de demostrarnos que nuestra visión de la verdadera realidad era errónea, explicándonos además las causas de ese punto de vista. Al mismo tiempo nos indicó el camino del Despertar y los medios para alcanzarlo.

Y sin embargo, no resulta en absoluto sencillo liberarnos de nuestra carga de ignorancia. No basta con ir a un 
templo y escuchar la predicación de algún maestro. De nada sirve tampoco consultar las obras de las librerías especializadas. Entonces, ¿puede haber algo en común entre nuestro sufrimiento personal y la ciencia budista? Conversar sobre budismo con nuestros amigos más cultivados resulta igualmente irrelevante. Por excelentes que sean, tales medios no vienen a ser más que meros acompañamientos para el sake.

En el capítulo “Zanmai-ô zanmai”[1] del Shôbôgenzô Dôgen dice: “Es necesario que sepáis que el mundo del zazen se encuentra al margen de cualquier otro mundo. Una vez se tiene claro este principio, estaréis en condiciones de alcanzar el Despertar propio de los budas y de los patriarcas y el nirvana” ¿Acaso el mismo Shâkyamuni no se liberó de su carga de ignorancia por medio de la práctica del zazen? ¿Acaso no se convirtió en el “Despierto”[2] al amanecer del séptimo día de una larga meditación?

Dôgen nos conduce hacia el centro de la experiencia zazen, aunque para él el zazen no consiste en una técnica para lograr el Despertar, sino que más bien es el Despertar mismo. Si nuestro cuerpo practica el zazen y dejamos en el suelo nuestras pesadas cargas, estaremos en disposición de conocer el verdadero espíritu de cuanto existe.

Con tal de acceder al mundo del zazen hemos elegido dos capítulos del Shôbôgenzô. El primero, “Shinjin gakudô”[3], trata del significado del zazen precisando con claridad los objetivos de su práctica. El segundo “Raihai tokuzui”[4], nos da testimonio de la originalidad de la visión no dualista correspondiente a un espíritu que ha despertado.