Haz silencio pero no calles



El silencio es agua, el callar es fuego.

El silencio puede caminar a gotas
pero el callar tiene siempre tiene algo de volcán dormido.

Silencio no es igual a callar.

Silencio es un espacio en el que la vida se acomoda y hace pie, en el que una melodía graciosamente cede a la próxima nota.

El callar no es silencio, puede ser bueno o malo pero no es silencio.

El callar puede tener amor y cuidado por el corazón del otro o ser una miserable decisión casi violenta. Callar puede tener miedo o valor, rencor o sabiduría, desprecio o comprensión, pero el callar es fuego.

Hay que ser muy buen intérprete para descubrir la sutil diferencia entre silencio y callar en el sonido de la vida.

(Maria Alamo Dorado)

A través de NadaSagrado.

Viktor Frankl: el hombre en busca de destino


Pasó por un campo de exterminio nazi. Y no solamente sobrevivió sino que extrajo buenas conclusiones de la experiencia.

Que vivimos un tiempo incómodo, es verdad, dentro de la comodidad viscosa que nos anula. Que el suyo fue terrible y trágico, también lo es.

Y, sin embargo o tal vez por eso mismo, entre tanta perversión cruel y sangrienta, encontró la estirpe de cosas que no nos pueden arrebatar. Se pongan como se pongan si no nos dejamos.



Si quieres ver un extracto de su libro "El hombre en busca de sentido" --------------------------------------------> http://homepage.mac.com/eeskenazi/frankl.html

la revolución de los claveles


Hubo un tiempo que algunos recordamos porque tenemos edad suficiente para hacerlo, en que los claveles fueron las flores más hermosas.

de la mano de giltzero recordé la emoción de ver triunfar por un momento pequeño la libertad en un país pequeño.

Por si acaso se nos olvida recodar que es posible y deseable una fraternidad que de verdad que nos hace tanta falta más ACÁ de sentarnos juntos. Sé que es más acá, que es pequeño, que no es lo definitivo ni nada que se parezca y es verdad también que necesito de la revolución AQUÍ, AHORA, en esta tierra, en este plano, en este mundo. Por favor.... aunque haya otro y sea mejor y definitivamente el nuestro....... también ahora, también aquí...... porque si entonces creímos hoy podemos seguir haciéndolo. Y haciéndolo cierto.

Ay!, que me he dejado llevar por la emoción...... (y tal vez la ingenuidad)

Mejor juntos


Ya seamos cangrejos



hormigas





o pingüinos (que son mis preferidos)



juntos!!!

Dar y recibir



Tomo refugio en el Buda,
tomo refugio en el Dharma,
tomo refugio en la Shangha

y ................. no será más bien que tenga que ser ................





Doy refugio al Buda
Doy refugio al Dharma
Doy refugio al Sangha?

No es lo mismo, con todo lo que implica. 

El artículo completo en Huellas del Zen. (Disculpas anticipadas al traductor pero la "pequeña diferencia" señalada me parece de tanta importancia que no pude por menos que hacerme eco de ella. Es una joya.)

Madrid y Barcelona según Lu Xinjian


De http://pijamasurf.com/ donde se explica maravillosamente la idea
y de http://www.xinjianlu.com/citydna.html, la web del artista

También están Londres, Tokio, Nueva Delhi y muchas más.

¿Sabríais encontraros?

Ésta es Barcelona



y ésta, Madrid


Interdependencia

     

Jorge León


Mi amigo Jorge León murió hace algunos años, y no recuerdo cuántos porque estoy poco dotada para las fechas, pero sí sé que fue a finales de mayo y que la policía nos lo comunicó horas antes de un zazen que le dedicamos, como era debido. 

El caso es que fue una de las primeras personas en tenerme en cuenta, tanto que en su primer viaje a India me trajo una caja-calabaza exquisitamente labrada cuya tapa está serrada de forma que solamente encaja a la perfección si los dientes coinciden en sus huecos. Una versión material del dicho zen que tanto repito (porque me encanta y me encanta): lo ideal encaja con lo real como una tapa con su caja. Me hablaba y me escuchaba cuando nadie más lo hacía. Supongo que tengo cierto talento, que en aquel tiempo no deseaba y hoy aprecio, para cubrirme con una capa de invisibilidad al más puro estilo Harry Potter.

Fue uno de mis primeros autoestimadores. Honor que me hizo porque él era todo un triunfo de hombre ya por aquellas fechas en las que ninguno alcanzábamos más allá de adolescentes en todos los sentidos. Era pintor, escultor, bohemio, punki, explorador, filósofo, escéptico, escritor, enfermero, espeleólogo, viajero... me pregunto qué es lo que no era puesto que todo le interesaba. Y maoísta en los tiempos de una clandestinidad que amenaza con volver. Me parece que habría querido que se supiera.

El caso es que por unas cosas o por otras su vida y la mía fueron yendo cada una por un sitio hasta que un día supimos de su accidente. Jorge tenía en casa unas anillas colgadas del techo para hacer  “San Pedro” particulares y otras gimnasias por el estilo y una tarde después de la comida del domingo con la familia de su mujer, que no estaba casado y no lo digo porque me parezca de ninguna manera sino porque tras su accidente resultó ser todo un problema para ella, para él... pero ésa es otra historia... resulta que estaba enseñándole a su sobrina cómo se hacía el tal “San Pedro” boca abajo (que es que ahora no me acuerdo cómo se llama en lenguaje gimnástico técnico) y ¡plaf!, las anillas se soltaron y él se fue cabeza abajo rompiéndose la columna. Y entró en parada, claro. Pero como su cuñada, que acababa de hacer un curso de primeros auxilios, andaba por allí, al oír los gritos de la niña, se acercó a toda prisa y dándose cuenta de que estaba casi del lado de allá, le hizo todo tipo de maniobras mientras alguien llamaba al 112... 

Lo sacaron de ésa. 

Lo llevaron al hospital. 

Gran lesión medular, síndrome de enclaustramiento. 

Intervención neuroquirúrgica. 

Un par de paradas de las que volvieron a sacarle que para eso era de la “casa” (o sea, que trabajaba en el hospital) y había que apurar los últimos gramos de pólvora del último cartucho de la vida. 

Uvi. Él ni enterarse hasta que se enteró un buen (según él "mal", es obvio) día en que despertó y se recordaba entero y se supo reducido a menos de la cuarta parte; más o menos el 10% porque tan sólo podía mover la boca y pestañear, vamos, que ni pensar en respirar o hablar de no ser por la máquina de respiración asistida a la que le engancharon. Digamos que de barbilla para abajo... bueno, pues eso, = 0. 

Y luego fue el traslado al centro de parapléjicos de Toledo y después la temidísima y terrible vuelta a casa que ahí al principio todo el mundo se comportó como un héroe, él incluido, porque es lo que tienen los principios, y le visitaban y le ayudaban y estaban pendientes. Pero en los finales hay pocos héroes o tal vez sea que quedan tan solo los que de verdad lo son. En este caso parece que no quedó ni uno, así que ninguno lo era del todo si nos atenemos al final de la historia que... ya voy, ya voy a ello. 

Sin embargo él no dejó de hacer todo cuanto se le ocurrió para seguir con sus pinturas, esculturas y escrituras y como era voluntarioso y orgulloso y terco, durante un tiempo lo consiguió. 

Aquí entro yo de nuevo. Fue que muiso me propuso ser los dedos de jorge para que pudiera continuar escribiendo una novelita de entretenimiento iniciada antes de lo que él llamaba “el accidente”. Escribo deprisa al ordenador y tenía un poco de tiempo disponible por entonces y además estaba en una de esas épocas que a todos nos dan de vez en cuando de echar una mano a quien nos lo pida. En mi caso porque me había entrado la cosa de ser santa. Y dije sí, claro. Y dos veces por semana durante dos horas que solían ser tres al menos, me acercaba por su casa y él dictaba y yo escribía o entre los dos buscábamos el “cómo se dice...” Lo que yo quería decir es que fue en aquellas sesiones de escritura y conversación que descubrí que hay gente, y jorge era de esos, que hacen florecer las ideas, los descubrimientos, la curiosidad y el entusiasmo. 

Aún así, decidió suicidarse y me pidió la ayuda necesaria que por descontado le negué porque siempre he estado a favor de la eutanasia ejecutada por cualquiera que no sea yo. 

La historia es muy larga y es más bien para ser contada en una noche de hoguera. Vamos a decir que decliné el dudoso honor de hacerlo y por eso fue que buscó y encontró en la red la mano que necesitaba y una mañana de mayo supimos que había muerto no sin antes ocuparse minuciosamente de eximirnos a todos los que andábamos cerca de cualquier posibilidad de sospecha de complicidad o de cómo le llame la ley al hecho de ayudar a morir a quien no puede hacerlo por sí mismo.

Me dejó en herencia algunas cosas: la novela que escribimos, que todavía no he releído y que en el mercado editorial morboso seguramente tendría un precio que me sobra pero sobre todo me dejó la hermosísima cualidad ,y lo digo sin ninguna modestia ni falsa ni verdadera, de poder actuar como la levadura que hace crecer y esponjarse todo aquello con lo que se pone en contacto.

Pido disculpas por escribirlo a vuelapluma y porque, cuando la pluma vuela, vuela por volar, sin pretensión de explicar ni entender.

Éste es el blog que escribía soplando con la boca cada letra antes de decidir que no había nada que le mereciera tanta pena como soportaba cada día:


Pero su historia tiene más, mucho más. 

Como el yantram a cuyo entendimiento dedicó buena parte de su vida y me explicó en detalle y con todo tipo de advertencias.

Como la forma seria y minuciosa que tenía de bucear en el I Ching, sobre el que también me advirtió.

Cuentos pequeños

 
Habían pasado tantos kalpas desde que Nación tutelara la vida de Kartaj que los recuerdos sólo tenían la forma de leyendas. Y las leyendas contaban que llegaron avanzando lentamente entre las estrellas, metidos en la tripa de sus enormes pájaros. Sin pedir hospitalidad se asentaron en el Consejo transformándolo en Gobierno y en menos tiempo del que tardaron los hombres de Kartaj en contemplar el descenso de las naves, el planeta entero había sido dominado, sus leyes abolidas, sus costumbres alteradas y ni siquiera el idioma pudo ser hablado ni transmitido. Fueron prohibidos los clanes e hicieron desaparecer los linajes.

Al principio la respuesta fue violenta pero poco o nada podían hacer contra un poder tan fuerte excepto que la sangre corriera tiñendo los ríos y la muerte empapara la tierra. Y tras ella, nada.

Nación era grande y se podía permitir sacrificar muchos guerreros; Kartaj pequeña, por consiguiente rindió sus hombres y era ahora tan Nación como Nación misma. Ni siquiera las leyendas estaban vivas en las canciones de los poetas y las semillas de revuelta se agostaron en los labios de unos pocos rebeldes. Los dioses, humillados, se retiraron a un rincón pequeño de sus cielos y los sabios se convirtieron en un grupo marginado y extraño apenas tolerado.

Los técnicos de Nación llevaron sus máquinas para trabajar los campos, máquinas para hablar, máquinas para hacer vida, máquinas para cualquier cosa. Y las mujeres y los hombres de Kartaj ya no necesitaron más usar sus manos para cultivar el trigo ni para cocinar, ni casi para ninguna cosa. Antes de lo que tarda un gallo en cantar el amanecer se acostumbraron a una vida cómoda y ociosa.

Entonces quienes guardaban el conocimiento, lo retiraron a la Montaña, un pequeño territorio al norte de todas las cosas y después lo cubrieron con poderosos hechizos de niebla y olvido que borraron los contornos y oscurecieron los caminos de acceso. Así, esos que parecían pocos y poca cosa vivieron en Nación un largo tiempo sin prisa ocupados tan solo en mantener y transmitir lo que no debía ser olvidado.
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-No, Cornelia, no. Con esa forma de mover las manos no serás capaz ni de crear una mosca-, le estaba diciendo Baba-Lur, su maestra, francamente enfadada –. Ayer no conseguiste oír latir el corazón del bosque y hoy mueves las manos como una mala bailarina. ¿Se puede saber qué te pasa?. ¡Por todas las diosas! ¿es que no te he enseñado nada?. ¡Mírame!.

Y Baba compuso un hueco con sus manos, frotó y frotó con dulzura y paciencia el vacío que había entre ellas hasta que una pequeña luz naranja brilló dentro de ellas. Continuó acariciándola para que creciera y, después, separando las manos, la dejó suspendida en el aire. Sopló y la burbuja hecha de nada se estrelló contra la punta de la nariz de su discípula.

-No puede ser difícil para ti. Inténtalo de nuevo.

Cornelia se concentró y procuró imitar en todo los movimientos de su maestra, pero después de un rato que se le hizo infinitamente largo, seguía sin conseguir ni un diminuto destello. Miró compungida la cara cada vez más furiosa de Baba. Tenía que lograr que algo se formara rápidamente si no quería ser castigada, pero no hubo ni forma ni manera.

-Lo siento pero no me sale nada.

Baba resopló.

-No es sólo el movimiento. Debes concentrarte en lo que quieres formar y hacer que salga por tus manos; te lo he explicado mil veces. Bien, igual mañana tenemos más suerte-. Dio media vuelta y se fue dejándola sola como la una. Pero al menos no la castigó.

Ahora que Baba no estaba, Cornelia recordaba constantemente a la vieja maestra y sus lecciones. Todas habían sido importantes porque Baba había conseguido que tuvieran el valor de un descubrimiento y la fuerza de una revelación. Siempre decía: “Se aprende con el cuerpo. Si sólo aprendes con la cabeza al final lo olvidarás. Es en el cuerpo donde las cosas permanecen. El cuerpo recuerda y, cuando le pides un recuerdo, él te lo acerca”. Y para que eso fuera un poco más cierto Baba dibujaría un pequeño tatuaje simbólico en la piel de Cornelia con cada pequeño o grande conocimiento adquirido.

Al llegar al término de su instrucción como custodia de la fuerza grande que todo lo sostiene, Cornelia tendría la piel cubierta de hermosísimos dibujos de colores casi imposibles que se completarían unos a otros formando el mapa de todo cuanto conociera, un mapa que diría casi todo lo que ella era a quien quisiera recorrer con calma su piel. Pero ese momento no había llegado todavía.

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La autoridad de los monjes de la Montaña era palpable. Sin ser real parecían más altos, más fuertes. Intermediarios entre el mundo de los dioses y los hombres, se fundían hasta tal punto con la fuerza que eran la propia fuerza. Duros como las rocas profundas de la Tierra. Dulces como un pequeño panal de miel calentado al sol perezoso de una tarde de verano. Polvo en el viento. Agua en la tormenta. Sin moverse, adaptándose a todos los vientos, corriendo con todas las aguas y sin embargo inmóviles. Podían hacer encantamientos que pocas veces hacían. Y saber el futuro tan seguro como la muerte y entrar en el pasado que pertenece a los poetas. (Pero solo el eterno ahora sirve. Sólo se vive la vida de los vivos en el presente.) Y poseían las palabras que son capaces de nombrar el nombre de las cosas. ¿Quién se atrevería a contestar la palabra de quien había consagrado su vida a la Vida y a la Muerte?. A quien cuida de los vivos y entrega los muertos a los dioses. A quien aconseja guerras y negocia la paz. Ni siquiera un jefe de clan habla antes que un monje.

Era orgullosa con la arrogancia de los viejos clanes. Todos sus antepasados habían tenido tanto que ver con la historia de Kartaj que las leyendas hechas alrededor de los héroes hablaban sólo de su linaje. Y el Templo no había conseguido suavizar sus maneras pese al duro entrenamiento a que había sido sometido su cuerpo y su espíritu.
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Hacía horas que la nieve se dejaba caer mansa y sin estorbos envolviendo en silencio el Templo de la Montaña. Estaba entrando en el “otro lado” y una calma dulce se iba posando sobre sus hombros firmes, resbalando por el cuerpo erguido, atento.

Cuidadosa con los gestos, procurando la perfección en la forma, jugando con los símbolos, unió despacio las dos manos e inclinó la cabeza orgullosa aceptando de antemano cualquier cosa que fuera a suceder. Ordenó con precisión los pliegues de su manto, subiendo por encima del hombro izquierdo el extremo destinado a cubrir el corazón, pasó una mano por el cabello recogido en una complicada estructura ritual en un intento inútil por dominar su rebeldía y caminó hacia la habitación de su maestra, sin prisa, dejándose seducir por la sobriedad del corredor cuyas paredes, del color inexplicable del tiempo, no estaban adornadas por nada.

El olor a sándalo y roble podía verse en delicadas nubes meciéndose en el aire.

De algún lugar en el corazón del Templo surgía un sonido oscuro, orgánico, rápido y continuo, una vibración armónica llamando al despertar.

Era un momento exacto. Lo oculto era tanto como lo revelado.

Y el universo entero celebraba el Equilibrio.

Belleza (Monet)






lo veo (click en "lo veo" y vamos a jugar un poco, que nos -me- hace falta)


de la mano de muiso