Guénon (Esoterismo y exoterismo)

      
Pues dejada a mi libre albedrío, sobre el que Guénon también tiene interesantes reflexiones, escojo ésta. Por ver si terminamos de aclararnos con los términos propios de los iniciados (cutres o no) que somos.

Que no es lo mismo religión que metafísica; ni metafísica que misticismo; ni esotérico equivale a mancias de cualquier tipo; ni oculto es igual a ocultismo y mucho menos a espiritismo... 

Vamos con un poco de cultura iniciática. Que ya sé que cuesta pero al fin y al cabo es lo que somos porque nos dio la real gana de entrar por estas veredas.

Coged papel y lápiz y disponeos a esquematizar y traducir a vuestro idioma, a elaborar el texto en definitiva. Esto no es para un "me gusta" rápido. Con Guénon ( como con tantos otros, que no es el único), entramos en el terreno de lo no-personal sin escapar ni salirnos de lo personal.

Que lo disfrutéis. Que es tanto como desear que dé frutos.

"Señalamos ocasionalmente, en el curso de nuestras consideraciones preliminares, la distinción muy generalmente conocida que existe, en ciertas escuelas filosóficas de la Grecia antigua, si no en todas, entre lo que se llama el esoterismo y el exoterismo, es decir entre dos aspectos de una misma doctrina, uno más interior y el otro más exterior: éste es todo el significado literal de estos dos términos. 

El exoterismo, que comprende lo que, era más elemental, más fácilmente comprensible, y por consiguiente susceptible de estar al alcance de todos de una manera más amplia, se expresa sólo en la enseñanza escrita, tal como nos ha llegado más o menos completamente; el esoterismo, más profundo y de orden más elevado, y que por lo mismo se dirige como tal a los solos discípulos regulares de la escuela, preparados especialmente para comprenderlo, era objeto de una enseñanza puramente oral, sobre la naturaleza de la cual no se han podido conservar evidentemente datos muy precisos. 

Por otra parte, debe entenderse bien que, puesto que se trataba de la misma doctrina bajo dos aspectos diferentes, y como en dos grados de enseñanza, estos dos aspectos de ningún modo podían ser opuestos o contradictorios, sino que más bien debían ser complementarios: el esoterismo desarrollaba y completaba, dándole un sentido más profundo que no estaba contenido allí sino como virtualmente, lo que el exoterismo exponía bajo una forma demasiado vaga, demasiado simplificada, y a veces más o menos simbólica, por más que el símbolo tuviese muy a menudo, en los griegos, ese aire del todo literario y poético que lo hace degenerar en simple alegoría. Ni hay que decir, por otra parte; que el esoterismo podía, en la misma escuela, subdividirse a su vez en varios grados de enseñanza más o menos profundos, pasando los discípulos sucesivamente de uno a otro según su estado de preparación, y pudiendo ir más o menos lejos según la extensión de sus aptitudes intelectuales; pero esto es casi todo lo que se puede decir seguramente sobre el particular.

René Guénon a la carta

   
La obra de Guénon es extensísima. Da la impresión de que se pasaba el día escribiendo sobre todo lo relativo a la Tradición y cuando no lo hacía sobre ella, lo seguía haciendo sobre ella en forma epistolar con sus muchos amigos interesados en lo mismo y no siempre coincidentes con él o con contrincantes declarados abiertamente.

Dicen de él que fue el último metafísico (serio, se entiende). Para mí es algo así como el Pérez-Reverte de los metafísicos. Un poco "amarguillo" y dispuesto a repartir latigazos y desmontar ñoñerías. Pero de una honestidad a prueba de bombas hasta donde yo sé. Nada de "tirarse todo lo que se menea"; nada de "hacer pasta" con los conocimientos que otros le iban regalando... no que se sepa al menos.

Por debajo del lenguaje académico y árido hay más cosas, muchas más cosas. Se le lee difícil porque su lenguaje a fuerza de precisión y rigor resulta cualquier cosa menos ameno excepto que uno se acerque a él con cierta actitud científica aunque hable de asuntos que la ciencia pequeña desprecia. Y digo la ciencia pequeña porque hay otra, la avanzadilla de la comunidad científica, los científicos de vocación e insobornables que no desprecian nada a priori.

Ricard Mathieu, el monje tibetano que seguro que conocéis, decía que fue la lectura de Guénon precisamente la que le impulsó a dejar la vida que tenía para hacer la vida que quería.

En fin, la entrada sobre "La Edad Sombría" está aquí en el blog camuflada entre las demás. Por jugar un poco y para no imponerle a nadie semejante "tocho". Es fácil de encontrar para cualquiera que tenga ganas o curiosidad.

Aparte: elegí "La Edad Sombría" porque en ella andamos metidos según dicen pero toca tantos temas que... ¿alguno en especial que os apetezca para la charla larga y tendida que prometía Anónimo?

Más y mejor de lo que yo pueda decir acerca de él, lo podéis encontrar en wikipedia, claro :(
http://es.wikipedia.org/wiki/Ren%C3%A9_Gu%C3%A9non

y aquí están la mayoría de sus obras listas para descargar:
http://www.euskalnet.net/graal/index2.htm

La Vía abierta

Escalando la Vía hay un momento (más bien muchos) en el que tenemos la sensación de que hagamos lo que hagamos, estamos autoengañándonos todo el tiempo y no sabemos cómo salir de esa situación. "Más zazen", recomendará el maestro casi con toda seguridad. Y no dirá nada más. Uno se desespera y piensa en hacer otras cosas: visitar otros maestros, buscar otra forma tradicional o dar marcha atrás y volver a una vida "normal"...

Este periodo durante el cual tratamos de terminar con algo es en sí mismo un error porque hay demasiada concentración en uno mismo en vez de trabajar hacia fuera. Aquí hay que abandonar esas prisas y esa agresividad y desarrollar cierta compasión hacia uno mismo; entonces comienza la vía abierta. Aquí la compasión es una especie de claridad que contiene un calor fundamental. Aquí la práctica de zazen consiste en confiar en uno mismo y curiosamente entonces, surge la compasión también hacia los demás.

Zazen es el acto de hacernos amigos de nosotros mismos, un acto que automáticamente sale hacia fuera, hacia el mundo, no hace falta premeditarlo ni buscarlo, sale solo. Si carecemos de esta inspiración, convertimos zazen en una vía más de deseo, de samsara, permanecemos en el deseo de mejorarnos a nosotros mismos, de lograr metas. Si llegamos a sentir que no podemos alcanzar eso, sufriremos la tortura de la frustración de la ambición y nos desesperamos. Y si sentimos que tenemos éxito nos volvemos presumidos y agresivos y nos hinchamos como pavos reales. Pudiera ser que tuviéramos éxito en algún tipo de práctica de concentración dualista y que experimentáramos algún tipo de estado mísitico, seríamos tranquilos y religiosos en el sentido convencional, pero esos estados requieren recargarlos trabajosa y constantemente. Esto es lo típico del hinayanna, de la meditación autónoma y la iluminación individual: no hay ningún elemento de compasión porquer uno se fija sólo en su propia experiencia.

La compasión no tiene nada que ver con los logros, es generosa. Cuando uno se vuelve compasivo no está muy seguro de si es compasivo para los demás o para uno mismo porque la compasión es una generosidad que no tiene direcciones y está llena de alegría y confianza, es una guerra en contra de la necesidad. Es la actitud de que uno ha nacido verdaderamente rico, no de que uno tiene que hacerse rico. Sin este tipo de confianza, la meditación no puede transformarse en actos.

La compasión nos invita automáticamente a relacionarnos con nuestros semejantes porque ya no son una carga que nos consume las energías. Ellos nos dan nuevas fuerzas. La compasión posibilita los actos del bodhisattva, el cual comienza con la generosidad y la apertura que consiste en renunciar a nuestras exigencias y a los supuestos fundamentales de ellas. Consiste en aprender a confiar en el hecho de que no tenemos necesidad de asegurar nuestro fundamento, ni de temer nada. Entonces la salud básica empieza a crecer y nos lleva al siguiente paso del bodhisattva: la perfección de la moral o de la disciplina.

Después de abandonar todo, sin pensar en el punto de referencia de nosotros mismos: yo hago esto, yo hago aquello... entonces pierden importancia otras situaciones que contribuyen a mantener el ego o nuestro hábito de guardar y coleccionar.

Esta transformación es la moral suprema y contribuye a intensificar la apertura: ya no tememos herirnos o herir a los demás porque estamos abiertos. Las situaciones ya no nos parecen poco inspiradoras o aburridas y surge la paciencia, la cual nos lleva a la cualidad del gozo, que también llamamos energía y que es alegría, que conduce a la visión panorámica y oceánica de la meditación abierta, la experiencia de la apertura, que también llamamos iluminación. Ya no consideramos la situación externa como algo separado de nosotros porque estamos inmersos en la danza y el juego de la vida. No hay nada que uno acepte o rechace, uno está en armonía con cada situación. No hay esperanzas o temores y así nace prajna, el conocimiento trascendental, la habilidad de ver las cosas tal cual son.

Hay que abandonar la lucha que mantiene el ego, hay que aceptar la sombra. El amor también se asocia con la fealdad, el dolor y la agresión. No consiste en crear un segundo cielo. Se asocia con lo que es, aceptar la situación vital en su realidad tal cual se nos presenta. Si estamos empeñados en diseminar el amor con el mismo empuje y agresividad que tiene el odio de los demás, algo anda mal, debajo subyace agresividad, no amor. El amor sería entonces odio al odio y ambición de estar en el lado de los buenos. Debemos abrirnos de igual modo a los aspectos positivos y negativos del mundo. Como ver el mundo desde una vista aérea: hay luz y tinieblas y ambas se aceptan.

Los actos del bodhisattva son como la luna que baila en cien tazas.
La luna no tiene intención de reflejarse en cien tazas, es sólo que por alguna razón eso sucede así. No hay un intento premeditado. El problema fundamental parece que es que estamos demasiado preocupados con tratar de probar algo y esto se relaciona con la paranoia y el sentimiento de pobreza. Cuando uno trata de probar o de alcanzar algo, ya no está abierto. Hay que ordenarlo todo correctamente. El bodhisattva no trata de probar nada ni de que le den o no una medalla. No hay ninguna lucha, ninguna intención en sus actos. Significa que uno está libre para hacer lo que la situación requiera porque no se espera nada de ella. Si hay tazas sobre las que reflejarse, la luna lo hará, pero no es cosa suya, ella sólo tiene que estar ahí, ni le importa ni le deja de importar. Ella es lo que es. Cuando no hay deseo que satisfacer, no hay agresividad ni lucha, tratamos con la vida tal cual es y uno puede descansar tranquilamente. “Es”, “está”. Es necesario confiar en uno mismo en vez de fiscalizarse continuamente, porque esta actitud frena el movimiento y el crecimiento naturales. Uno no se preocupa por las bobadas que pueda hacer, hace lo que sea que tiene que hacer y ya está, pero no “hay que sentir compasión”, no siempre se siente. Uno es compasión. Si uno está abierto la compasión aparece porque uno ya no está preocupado en gratificarse de una u otra forma.

Nuestro temor a otras personas parece generar inseguridad con respecto a lo que somos. El temor nace de la incertidumbre, no sabemos cómo manejar la situación. Esa incertidumbre está vinculada a la desconfianza en nosotros mismos, cosa que no sucede si tenemos una relación compasiva con nosotros mismos. Cuando sentimos tal incertidumbre, el mundo nos devuelve la incertidumbre, reflejándose como en un espejo y ella comienza a perseguirnos, pero no es más que un reflejo en un espejo.

Si yo fuera amigo de mí mismo y tuviera una actitud más bondadosa hacia mí no tendría miedo de equivocarme todo el rato.

Ay que no me acuerdo cómo se llama el autor pero es el de "El Materialismo Espiritual"!. Y encima no es literal sino que lo cambié para mi propio entendimiento, cosa que no se debe hacer, no se debe hacer :(

El gusto por "darnos"

  
Le estamos dando la vuelta al blog. Puede que ya lo hayas leído. Puede que no... por si acaso.  

(leedlo muy despacito, casi una línea por día. En serio)

A la gente del Zen nos gusta darnos, regalarnos, enteros o a trozos o como tenga que ser. Algunos maestros lo llaman “la gracia del don”. Porque con la práctica de zazen sucede que basculamos desde el ansia por recibir al gusto por ofrecer cualquier cosa que tengamos o seamos.


Pero incluso esto, que parece tan generoso, tiene leyes que hay que recordar de vez en cuando para que la acción sea realmente “buena” de acuerdo con el Orden Cósmico, que diría Deshimaru.

Porque ¿qué es realmente una buena acción? La Tradición dice: “Una buena acción es aquella que es buena para mí, es buena para ti y es buena para los dos”. Uno no debe olvidar ninguno de los tres elementos. Tienen que ser los tres.

Si solamente es buena para mí... pues soy un miserable egoísta. No parece que pueda haber duda en esto.
Si solamente es buena para ti... las cosas claras: o voy de santo o soy masoquista y, en cualquier caso, en cuanto te descuides, te pasaré factura.

La forma que recomienda la Tradición hace que el mundo sea un buen lugar para vivir. Todos.

Aquí van unas cuantas recomendaciones para hacer “bien” nuestro trabajo:

Que te guste y alegre hacerlo.
Que sepas ver los “budas” además de ver los “seres”.
Que sepas que, en realidad, no hay un tú que da y otro que recibe. Que, después de todo y de verdad, es el Universo que se regala a Sí Mismo.

Más en concreto:
Ten presente que todo lo que puedas decir o pensar de otro es probable que haya sido dicho o pensado de ti.

Cuando se te haya ofendido de cualquier manera, recuerda que el que ofende siempre sufre más que la persona ofendida.

Procura que la fuerza de tu afecto hacia otro no perturbe tu equilibrio o el suyo. Tu ofrenda debe fortificarle y no debilitarle.

No sientas envidia por la capacidad de auxiliar que otro tenga. Más bien debes alegrarte de que tal poder exista para ayuda de aquellos a quienes el tuyo no alcanza.

Recuerda que nadie puede servir realmente si no ha llegado a adquirir el dominio de sí mismo.

Al dar, no sólo no debes exigir que tu protegido guarde para sí el don que le has hecho, sino que debes regocijarte si contribuye a que otro sea feliz.

No busques el fruto de tu servicio y no te entristezcas si aquél a quien has ayudado no pronuncia ni una palabra de agradecimiento. Sirves al alma y no al cuerpo; y aunque los labios permanezcan mudos, siempre te será dado percibir la gratitud del alma.

Uno de los actos de servicio más escasos, consiste en abstenerse de juzgar a una persona antes de haberla oído.

La mejor manera de servir consiste en aligerar el fardo, no en suprimirlo.

Ayudarás mejor a los demás, si te compenetras con su propio ideal. Es por lo que tienen de más noble en sí mismos que se les puede servir mejor.

Hay tantas maneras de servir, como personas en el mundo a quienes ayudar.

Muchas veces dar consiste en recibir.

Si una persona rechaza el modo como tratas de servirla, procura encontrar otra forma; ya que tu deseo es servirla, y no imponerle tu manera de hacer.

No temas ofrecer tu ayuda a quien la necesita, le conozcas o no. Su desamparo le hace hermano tuyo. Y tu timidez sería una forma de orgullo que le privaría de consuelo en su dolor.

El mejor modo de persuadir a una persona para que siga un buen consejo, consiste en practicar uno mismo aquello que se aconseja.

Si deseas que se crea en tus buenas intenciones, debes dar crédito a las de los demás.

Si llegas a creerte mejor que los demás por el hecho de que estás aprendiendo a servir, y porque te parece que ellos no siguen el mismo camino... desde ese mismo instante dejas de servir.

Una persona puede pedirte que le ayudes de diversas maneras. Pero tu mejor ayuda será darle aquello que necesita y no lo que pueda desear. Y aunque la forma que tu servicio revista parezca disgustarlo, trata sin embargo, que sea aceptado con agrado.

Es preferible hacer primero y hablar después. Pero, en general, lo mejor es actuar y guardar silencio.

El que está dispuesto a consagrarse al servicio, debe prepararse a abandonar todo lo que tiene, por la prioridad de servir.

La aptitud de alguien para el servicio, sólo puede ser juzgada por la manera cómo se conduce en la vida diaria, en la de familia, en su trabajo y no por los libros que escriba, la reputación que goza, sus discursos o actos públicos. Las grandes acciones, fácilmente conocidas, no constituyen la grandeza del hombre, sino los pequeños actos cotidianos en que se olvida de sí mismo, y en los que nadie, por lo general, pone atención.

De los muchos que están listos para servir, la mayoría emplea diferentes medios, menos el conveniente. Descuidan a los que deberían ayudar, por aquellos a quienes desean servir.

No hay nadie en el mundo que no tenga necesidad de alguna cosa; ni tampoco persona alguna que no esté en condiciones de dar algo.

Cuando trates de ayudar a alguien, no te impacientes por sus debilidades. Estas son las que te permiten el privilegio de servirle; pues de lo contrario no tendría necesidad de tu ayuda.

Así como no hay dolor que no envuelva la promesa de un goce futuro, tampoco hay flaqueza que no deba transformarse algún día en una noble cualidad.

Cuando ayudes a otro, no olvides que la energía que él pone al servicio de un defecto puede convertirse, gracias a tu ayuda, en energía que habrá de utilizar para manifestar una virtud. No podrás cambiar la energía en sí; pero trata de cambiar su forma y dirección.

La débil ayuda que puedes prestar ya, con tus recursos actuales, tiene más valor que el eficaz auxilio que imaginas podrías prestar si esos recursos fueran mayores.

Nuestro deber es ayudar siempre a los demás, y rara vez juzgar sus actos.

Cuando criticas la forma de servir de otro, olvidas quizás que él ayuda a quienes tú no podrías auxiliar con tu manera de servir.

El mejor servicio que puedes hacerle a otro, es manifestar en tu propio carácter las cualidades que a él le falten.

La manera de poner a prueba el valor de tu servicio cotidiano, en relación con el de los demás, consiste en observar si, día a día, te sientes más tranquilo, más contento, más feliz y más tolerante.

El mundo reclama de cada cual, su mejor esfuerzo; pero jamás debe pretenderse realizar también el deber que a otro corresponda. Cuando has hecho todo lo que puedes, has hecho todo lo que debes.

El hecho de que alguien rechace tu oferta de servirle, no debe ser excusa para que le niegues ayuda más tarde. Quien rehúsa aceptar servicios descubrirá, a su tiempo, que es el que tiene más necesidad de ellos.

Procura no rechazar lo que alguien te ofrezca espontáneamente; pues tanto se sirve al aceptar servicios como al darlos.

Cuando hayas servido tan eficazmente como te ha sido posible y de todo corazón, no te afanes por los resultados; El Universo se encarga del resto.

El verdadero perdón consiste en el esfuerzo que hace el corazón para ayudar a vencer la debilidad por la que se nos ha pedido perdón.

Mientras más borroso sea tu ambiente, mayor es la necesidad de que lo hagas hermoso con actos de servicio.

No temas proclamar el origen de tu propia inspiración para servir; pues dar a conocer la fuente de tu felicidad es una de las más bellas ofrendas que puedes brindar al mundo.

Una persona que no es verdaderamente feliz no puede servir realmente.

No creas que sólo sirven aquellos actos de servicio que pueden verse. Los más grandes servicios son los que nadie ve.

Todo servicio que hagas a otro con cariño y desinteresadamente, es como si fuera un ángel guardián que creas y colocas a su lado para animarlo y protegerlo. Cuanto más amor pongas, más fuerza tendrá.

Al dejar para mañana un acto de servicio, has perdido quizás una ocasión de ayudar. El servicio oportuno que hoy día no se cumple, tal vez mañana sea innecesario.

El juicio que hagan los demás sobre tus actos de servicio, tiene infinitamente menos importancia que el juicio de tu propio corazón.

Cuando sufras, procura recordar que estás adquiriendo un poder siempre creciente de simpatizar con los sufrimientos de los demás. Porque después que hayas sufrido cierto dolor, podrás comprender mejor, al menos en la medida que tú lo soportaste, el sufrimiento que a los otros ha producido un dolor semejante al tuyo.

Uno de los deberes que más se descuida, consiste en escuchar, con silencio y cortesía. Pues, por el sólo hecho de escuchar con interés lo que tiene que decirnos, ya le hemos prestado la mitad del servicio.

Muchas personas desean y se creen capaces de servir en un lugar determinado... pero no todos querrían servir en cualquier parte.

Hay dos aspectos de la Unidad que los que quieren servir deben comprender: el aspecto dolor y el aspecto alegría. El uno enseña una lucha común de la que todos tienen que participar; en tanto que el otro proclama un fin común hacia el cual todos tienen que dirigirse.

El servicio en el mundo físico es la acción; la simpatía, en el mundo emocional, y la comprensión, en el mental.

Si donde actualmente estás eres incapaz de descubrir ocasiones de servir, más incapaz serías allí donde quisieras estar.

Los actos de servicio más verdaderos, son los que hacemos instintivamente.

El servicio es la expresión de una cualidad en armonía con tu deber, de acuerdo al ambiente que te rodea. Por ejemplo, ante los más avanzados que tú en sabiduría, la mejor expresión de amor es la reverencia; ante los que saben menos, es la protección.

Lo mismo que la misericordia, el servicio es dos veces bendito: bendice el que da y el que recibe.

El conocimiento del Yo interno se adquiere por el servicio del yo externo.

Hay algunos que no prestan servicios a menos que encuentren muestras de aprobación en su ambiente. En cambio, a otros los impulsa a servir la necesidad de los que les rodean.

Si eres capaz de reconocer tus faltas, los demás reconocerán con agrado tus virtudes.

Si comienzas a sentirte orgulloso de tu influencia sobre otros, observa qué parte se debe a tu posición y qué otra a tu carácter. Pues toda persona, por el hecho de encontrarse en situación destacada, ejerce una influencia especial sobre los demás.

Así como hay amigos de las horas felices, también hay servidores de los días hermosos.

Estudia tu corazón, a fin de discernir si hay parte de egoísmo en tu deseo de servir.

Los actos de servicio de la mayoría, tienen su origen en la costumbre; los nuestros deben tenerlo en el amor.

Uno de los signos más ciertos de un afecto leal y puro, consiste en poder pedir un favor a un amigo que comprenda el verdadero alcance de nuestra solicitud.

La gente que se imagina que debe ser mejor tratada por los demás, es por lo general, la misma que debiera tratar mejor a su prójimo.

La Vida registra todos los actos de servicio; los hombres sólo anotan los que pueden comprender y aprobar.

No hables de otros como no quisieras que ellos lo hicieran de ti.

El único conocimiento que tiene valor es el de un ánimo tierno (ya lo decía Dôgen después de mucho buscar).

A veces nos es difícil comprender que el hombre que carece de amigos tenga más necesidad de nuestro afecto que el que tiene muchos. Si no ha podido hacerse de amigos, es justamente un motivo más para que nosotros le consideremos como a tal.

Los que verdaderamente saben, no pueden enorgullecerse de su ciencia, pues saben también cuánto ignoran.

Siempre que estés entre extraños, procura más bien merecer su benevolencia, que no impresionarlos con tu importancia personal.

Antes de criticar las faltas ajenas, imagina haberlas cometido.

Vale más que procures adaptarte a tu trabajo, que lamentarte de que ese trabajo no te conviene.

Los que están descontentos por la manera como se les reconocen sus servicios, no han (he)aprendido todavía el verdadero don de dar.

Sólo le pido a Dios (por un budismo comprometido)

  
León Gieco-Mercedes Sosa.
esta canción la vamos a traer de vuelta una y mil veces. Para que no se nos olvide recordar.
Que no en mi nombre
Que no con mi voluntad
Que no con mis actos ni mis omisiones ni mis condescendencias ni justificaciones
Que no, que no, que no



  
Sólo le pido a Dios
que el dolor no me sea indiferente,
que la reseca muerte no me encuentre
vacío y solo sin haber hecho lo suficiente.

Sólo le pido a Dios
que lo injusto no me sea indiferente,
que no me abofeteen la otra mejilla
después que una garra me arañó esta suerte.

Sólo le pido a Dios,
que la guerra no me sea indiferente,
es un monstruo grande y pisa fuerte
toda la pobre inocencia de la gente.

Sólo le pido a Dios
que el engaño no me sea indiferente
si un traidor puede a unos cuantos,
que esos cuantos no lo oviden fácilmente.

Sólo le pido a Dios
que el futuro no me sea indiferente,
desahuciado está el que tiene que marchar
a vivir una cultura diferente.

Sólo le pido a Dios
que sepamos sellar las grietas del infierno,
si existe o no existe no es cosa nuestra,
permitirles el paso nos envenena.


  

Lin Yutang



  
El gozo de vivir 
I. sobre tumbarse en la cama

Parece que estoy en camino de ser un filósofo de mercado, pero no lo puedo remediar. La filosofía, en general, me parece la ciencia de hacer que las cosas sencillas sean difíciles de comprender, pero puedo concebir una filosofía que sea la ciencia de hacer sencillas las cosas difíciles.

A pesar de nombres como "materialismo", "humanismo","trascendentalismo", "pluralismo" y todos los otros "ismos" muy largos, sostengo que esos sistemas no son más profundos que mi propia filosofía. La vida, después de todo, está hecha de comer y dormir, de encontrar y decir adiós a los amigos, de reuniones y fiestas de despedida, de lágrimas y risas, de hacerse cortar el cabello una vez cada dos semanas, de regar la flor en una maceta y ver cómo cae desde el techo la del vecino; y vestir nuestras nociones relativas a estos simples fenómenos de la vida con una jerga académica, no es más que una treta para ocultar una extrema escasez o una extrema vaguedad de ideas por parte de los profesores universitarios.

La filosofía, por lo tanto, ha pasado a ser una ciencia por cuyo medio empezamos cada vez más a comprender cada vez menos lo que somos. Lo que han conseguido los filósofos es esto: cuanto más hablan, más confusos quedamos.

Sorprende ver cuan pocas personas tienen conciencia de la importancia del arte de tumbarse en la cama, aunque en realidad, a mi juicio, las nueve décimas partes de los descubrimientos más importantes del mundo, tanto científicos como filosóficos, son realizados cuando el hombre de ciencia o el filósofo se halla acostado en su cama, a las dos o a las cinco de la mañana. 

Algunos se acuestan de día y otros se acuestan de noche. Me refiero a la vez a acostarse, a tumbarse o tenderse física y moralmente, porque los dos aspectos coinciden. He notado que quienes convienen conmigo en la creencia de que estar tumbado en la cama es uno de los más grandes placeres de la vida, son los hombres honestos, en tanto que quienes no creen en la bondad de ello, son mentirosos, y en realidad están mucho tiempo tumbados de día, moral y físicamente. 

Quienes se tienden de día son los que persiguen la elevación moral, los maestros de jardín de infantes y los lectores de las fábulas de Esopo, en tanto que quienes admiten francamente que se debe cultivar conscientemente el arte de tenderse en cama son los hombres honrados, que prefieren leer cuentos sin moraleja, como Alicia en el País de las Maravillas.

¿Cuál es, pues, el significado de tumbarse en la cama, física y espiritualmente? 

Físicamente, significa retirarse consigo mismo, cerrarse al mundo exterior, cuando uno asume la postura física más indicada para el descanso y la paz y la contemplación. Hay cierto modo adecuado y lujoso de estar tendido en la cama. Confucio, ese gran artista de la vida, "nunca yacía derecho" en la cama "como un cadáver", sino doblado hacia un lado. Creo que uno de los mayores placeres de la vida es enroscar o cruzar las piernas en la cama. La postura de los brazos es también muy importante, a fin de lograr el más alto grado de placer estético y poder mental. Creo que la mejor postura no consiste en tenderse largo a largo en la cama, sino en apoyarse en grandes y suaves almohadones a un ángulo de treinta grados, con uno o los dos brazos colocados detrás de la nuca. En esta postura, cualquier poeta puede escribir poesía inmortal, cualquier filósofo puede revolucionar el pensamiento humano, y cualquier hombre de ciencia puede realizar descubrimientos que hagan época. 

Es sorprendente ver cuan pocas personas se hallan advertidas del valor de la soledad y la contemplación. 

El arte de estar tumbado en la cama significa algo más que el descanso físico después de haber pasado un día de esfuerzo, y de completo aflojamiento de los nervios después de que toda la gente que ha encontrado uno, todos los amigos que han de decir chistes tontos, y todos los hermanos y hermanas que han tratado de corregir el comportamiento de uno y de llevarle al cielo, le han arruinado del todo los nervios. 

Es todo eso, lo admito. Pero es algo más. 

Si se cultiva debidamente este arte, debe resultar una especie de limpieza mental. En realidad, muchos hombres de negocios que se vanaglorian de marchar a gran paso por la mañana y la tarde, y de tener siempre ocupados tres teléfonos en el escritorio, no alcanzan a comprender que podrían ganar el doble de dinero si se dieran una hora de soledad, despiertos, en la cama, a la una o aun a las siete de la mañana. ¿qué importa, aunque se quede uno en cama hasta las ocho? mil veces mejor sería que se proveyera de una buena caja de cigarrillos sobre la mesita de noche, y que dedicara mucho tiempo a levantarse de la cama y a resolver todos sus problemas del día antes de limpiarse los dientes. 

Allí, cómodamente estirado o encogido, en pijama, libre de la picante ropa interior de lana o de la irritación del cinturón o de los tirantes y del sofoco de los cuellos y los duros zapatos de cuero, cuando los dedos de los pies están emancipados y han recobrado la libertad que pierden inevitablemente durante el día, puede pensar la verdadera cabeza de los negocios, porque solamente cuando están libres los dedos de los pies, se halla libre la cabeza y solamente cuando se halla libre la cabeza, es posible pensar de verdad. En esa cómoda posición puede ponderar sobre sus aciertos y errores de ayer y desbrozar lo importante de lo trivial en el programa del día que tiene por delante.

Sería más conveniente llegar a las diez a la oficina, dueño de sí mismo, que aparecer puntualmente a las nueve, o aun un cuarto de hora antes para vigilar a sus subordinados como un patrón de esclavos, y "atarearse por nada", como dicen los chinos. 

Pero para el pensador, el inventor y el hombre de ideas, significa aun más tumbarse tranquilamente en la cama durante una hora. Un escritor puede obtener más ideas para sus artículos o su novela en esta posición que sentándose tercamente ante el escritorio toda la mañana y la tarde. Porque allí, libre de los llamados telefónicos y de los visitantes bien intencionados y las comunes trivialidades de la vida cotidiana, ve la vida a través de un cristal o de una cortina de cuentas, diríamos, y se tiende una aureola de poética fantasía en torno al mundo, al que imparte una mágica belleza. Allí ve la vida, no en su crudeza, sino transformada de pronto en un cuadro más real que la vida misma, como las grandes pinturas de Ni Yünlin o Mi Fei. 

Lo que realmente ocurre en la cama es esto: cuando uno está en la cama los músculos descansan, la circulación se hace más suave y más regular, la respiración cobra tranquilidad, y todos los nervios ópticos, auditivos y vasomotores se encuentran más o menos en descanso completo, produciendo una quietud física más o menos total, y con ello se hace más absoluta la concentración mental, sea sobre las ideas o sobre las sensaciones. 

Aún con respecto a las sensaciones, las olfativas o auditivas por ejemplo, nuestros sentidos están más agudizados en ese momento. 

Toda buena música debe ser escuchada tendido en cama. Li Liweng dice en su ensayo sobre "sauces" que se debe aprender a escuchar tendido en la cama el canto de los pájaros al amanecer. ¡qué mundo de belleza nos espera si aprendemos a despertarnos al alba y escuchar el celestial concierto de los pájaros! En verdad, hay una profusión de música de los pájaros en casi todas las ciudades, aunque estoy seguro de que muchos residentes no lo notan. [...]

Que se abran las puertas de las letras de las palabras...

                  
Trae tus palabras, las que usas normalmente y trae las que te gustaría usar, las que pertenecen a tu repertorio íntimo, sagrado, oculto e ingenuo. Tráete las palabras que logran que se te haga la boca agua, las que calientan tu corazón y la sangre se despeñe arterias abajo.

O deja por aquí un silencio que es una palabra muda al fin y al cabo. Apúntalas todas en fila, una detrás de la otra y cuando ya no se te ocurran más, empieza por la primera y monta una buena historia. Cuenta tu historia como te apetezca. Verás, verás que...

... tus palabras -en realidad todas las palabras- son un dedo que apunta la luna. No son la luna, pero la señalan. Y nosotros todo el tiempo estamos apuntando a cosas: cosas que se ven, cosas que no se ven, cosas que inventamos.............................. así que nuestros días están llenos de palabras:


palabras grandes, palabras pequeñas, sucias, brillantes, oscuras, sssinuosssasss, espléndidas, unas sedejancoser, otras son       independientes      prefieren   estar        solas    y    no      admiten      a      nadie.

Hay palabras de todos los colores, hay palabras mágicas... y palabras peligrosas...

Todas son muy trabajadoras y construyen el mundo que vivimos, pasito a pasito, como pequeñas hormigas hacendosas.

También se cansan y se desgastan y entonces hay que darlas un tiempo para que se recuperen en el hospital de las palabras, un tiempo que a menudo es largo. Hay que observarlas cuidadosamente mientras recobran su vitalidad y mientras tanto no hacerlas trabajar, dejarlas descansar.

Hay que mirar de cerca las palabras para saber a qué cosa señalan. Porque las palabras no son lo que se ve así a simple vista, qué va, las palabras son gordas, gordísimas, están repletas y tienen dentro el mundo entero.

Ya decían los sufíes: que se abran las puertas de las letras de las palabras. Y es que cuando abrimos sus puertas, encontramos mucho más de lo que parecía a simple vista.

Son tesoros porque las gusta guardar y hacer familias: cosas nuestras de antes, cosas de otros, silencios, olores, colores, sonidos y sensaciones que pasaban por allí de casualidad. Por eso hay que limpiarlas de vez en cuando, para poder abrir sus puertas y que nos dejen ver todo lo que hay por detrás, que suele ser mucho.

Después de todo las palabras que usamos cuentan nuestra historia pasada, la presente y la futura.

Volvemos el 12 de septiembre


De todos modos......... ¡cuánta enfermedad y cuánta muerte nos golpea últimamente! ¿no?....... no sé si hay gloria y honor en todo esto pero pudiera ser que sí. Pudiera ser que ayude a despertar o a comprender o a acoger o a amar..

John Kopetz _/\_



From: Begoña Agiriano

"Amigos, Amigas:
Os escribo para comunicaros la triste noticia del fallecimiento de John Kopetz.
Monje, practicaba en el dojo de Barcelona.
Recuerdo que las dos últimas veces que le vi en las sesshines de
Mataró hablaba de su enfermedad y de su futuro, que él sabía breve,
con una paz contagiosa.
Procuraré no olvidar nunca ese sosiego ni su sonrisa.
Gasshô
Begoña Agiriano"

Nos sumamos a la elegía del COMANDO DHARMA. Pulsa sobre el enlace del Comando, por favor.
Y sobre DAI SHIN DARANI PARA JOHN. Por favor.

Porque puedes dejar allí un comentario sin palabras y porque puedes unirte al Dai Shin Darani, escucharlo hasta el final y a lo mejor entonándolo tú, le llega a él. Quién sabe. Cuesta poco (aparte de alguna tierna lágrima) y algunos dicen que a quienes acaban de morir les ayuda mucho. Por si acaso, lo he hecho con el corazón entero latiendo al ritmo del tambor.