Jorge León


Mi amigo Jorge León murió hace algunos años, y no recuerdo cuántos porque estoy poco dotada para las fechas, pero sí sé que fue a finales de mayo y que la policía nos lo comunicó horas antes de un zazen que le dedicamos, como era debido. 

El caso es que fue una de las primeras personas en tenerme en cuenta, tanto que en su primer viaje a India me trajo una caja-calabaza exquisitamente labrada cuya tapa está serrada de forma que solamente encaja a la perfección si los dientes coinciden en sus huecos. Una versión material del dicho zen que tanto repito (porque me encanta y me encanta): lo ideal encaja con lo real como una tapa con su caja. Me hablaba y me escuchaba cuando nadie más lo hacía. Supongo que tengo cierto talento, que en aquel tiempo no deseaba y hoy aprecio, para cubrirme con una capa de invisibilidad al más puro estilo Harry Potter.

Fue uno de mis primeros autoestimadores. Honor que me hizo porque él era todo un triunfo de hombre ya por aquellas fechas en las que ninguno alcanzábamos más allá de adolescentes en todos los sentidos. Era pintor, escultor, bohemio, punki, explorador, filósofo, escéptico, escritor, enfermero, espeleólogo, viajero... me pregunto qué es lo que no era puesto que todo le interesaba. Y maoísta en los tiempos de una clandestinidad que amenaza con volver. Me parece que habría querido que se supiera.

El caso es que por unas cosas o por otras su vida y la mía fueron yendo cada una por un sitio hasta que un día supimos de su accidente. Jorge tenía en casa unas anillas colgadas del techo para hacer  “San Pedro” particulares y otras gimnasias por el estilo y una tarde después de la comida del domingo con la familia de su mujer, que no estaba casado y no lo digo porque me parezca de ninguna manera sino porque tras su accidente resultó ser todo un problema para ella, para él... pero ésa es otra historia... resulta que estaba enseñándole a su sobrina cómo se hacía el tal “San Pedro” boca abajo (que es que ahora no me acuerdo cómo se llama en lenguaje gimnástico técnico) y ¡plaf!, las anillas se soltaron y él se fue cabeza abajo rompiéndose la columna. Y entró en parada, claro. Pero como su cuñada, que acababa de hacer un curso de primeros auxilios, andaba por allí, al oír los gritos de la niña, se acercó a toda prisa y dándose cuenta de que estaba casi del lado de allá, le hizo todo tipo de maniobras mientras alguien llamaba al 112... 

Lo sacaron de ésa. 

Lo llevaron al hospital. 

Gran lesión medular, síndrome de enclaustramiento. 

Intervención neuroquirúrgica. 

Un par de paradas de las que volvieron a sacarle que para eso era de la “casa” (o sea, que trabajaba en el hospital) y había que apurar los últimos gramos de pólvora del último cartucho de la vida. 

Uvi. Él ni enterarse hasta que se enteró un buen (según él "mal", es obvio) día en que despertó y se recordaba entero y se supo reducido a menos de la cuarta parte; más o menos el 10% porque tan sólo podía mover la boca y pestañear, vamos, que ni pensar en respirar o hablar de no ser por la máquina de respiración asistida a la que le engancharon. Digamos que de barbilla para abajo... bueno, pues eso, = 0. 

Y luego fue el traslado al centro de parapléjicos de Toledo y después la temidísima y terrible vuelta a casa que ahí al principio todo el mundo se comportó como un héroe, él incluido, porque es lo que tienen los principios, y le visitaban y le ayudaban y estaban pendientes. Pero en los finales hay pocos héroes o tal vez sea que quedan tan solo los que de verdad lo son. En este caso parece que no quedó ni uno, así que ninguno lo era del todo si nos atenemos al final de la historia que... ya voy, ya voy a ello. 

Sin embargo él no dejó de hacer todo cuanto se le ocurrió para seguir con sus pinturas, esculturas y escrituras y como era voluntarioso y orgulloso y terco, durante un tiempo lo consiguió. 

Aquí entro yo de nuevo. Fue que muiso me propuso ser los dedos de jorge para que pudiera continuar escribiendo una novelita de entretenimiento iniciada antes de lo que él llamaba “el accidente”. Escribo deprisa al ordenador y tenía un poco de tiempo disponible por entonces y además estaba en una de esas épocas que a todos nos dan de vez en cuando de echar una mano a quien nos lo pida. En mi caso porque me había entrado la cosa de ser santa. Y dije sí, claro. Y dos veces por semana durante dos horas que solían ser tres al menos, me acercaba por su casa y él dictaba y yo escribía o entre los dos buscábamos el “cómo se dice...” Lo que yo quería decir es que fue en aquellas sesiones de escritura y conversación que descubrí que hay gente, y jorge era de esos, que hacen florecer las ideas, los descubrimientos, la curiosidad y el entusiasmo. 

Aún así, decidió suicidarse y me pidió la ayuda necesaria que por descontado le negué porque siempre he estado a favor de la eutanasia ejecutada por cualquiera que no sea yo. 

La historia es muy larga y es más bien para ser contada en una noche de hoguera. Vamos a decir que decliné el dudoso honor de hacerlo y por eso fue que buscó y encontró en la red la mano que necesitaba y una mañana de mayo supimos que había muerto no sin antes ocuparse minuciosamente de eximirnos a todos los que andábamos cerca de cualquier posibilidad de sospecha de complicidad o de cómo le llame la ley al hecho de ayudar a morir a quien no puede hacerlo por sí mismo.

Me dejó en herencia algunas cosas: la novela que escribimos, que todavía no he releído y que en el mercado editorial morboso seguramente tendría un precio que me sobra pero sobre todo me dejó la hermosísima cualidad ,y lo digo sin ninguna modestia ni falsa ni verdadera, de poder actuar como la levadura que hace crecer y esponjarse todo aquello con lo que se pone en contacto.

Pido disculpas por escribirlo a vuelapluma y porque, cuando la pluma vuela, vuela por volar, sin pretensión de explicar ni entender.

Éste es el blog que escribía soplando con la boca cada letra antes de decidir que no había nada que le mereciera tanta pena como soportaba cada día:


Pero su historia tiene más, mucho más. 

Como el yantram a cuyo entendimiento dedicó buena parte de su vida y me explicó en detalle y con todo tipo de advertencias.

Como la forma seria y minuciosa que tenía de bucear en el I Ching, sobre el que también me advirtió.

4 pensamientos +:

Muiso dijo...

Un recuerdabrazo para Tí Jorge.


Gasho.

Anónimo dijo...

Impactante

nubeaguablog dijo...

Me gustaría añadir algún comentario... pero es que no me sale ninguno...¡Cómo te entiendo!
Bss
j

Luis Cano Ruiz dijo...

Es cierto que al final sólo quedan los héroes que de verdad lo son. Pero después de estos, siempre hay alguien que recoge el testigo.

Gracias por compartir este pedazo de historia que cuenta mucho más entre líneas.

Cuídate.

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