Intimidad con la muerte


"Mínima alma mía, tierna y flotante, huésped y compañera de mi cuerpo, descenderás a esos parajes pálidos, rígidos y desnudos, donde habrás de renunciar a los juegos de antaño. Todavía un instante miremos juntos las riberas familiares, los objetos que sin duda no volveremos a ver. . . 

Tratemos de entrar en la muerte con los ojos abiertos. . ."

(Memorias de Adriano, Marguerite Yourcenar)

La próxima vez que pongas tu pie izquierdo sobre el suelo del dojo, hazlo como si de verdad entraras en la muerte. Antes de unir las manos en gasshô mira por encima de tu hombro lo que sea que te parece que son tus riberas familiares: la ropa que te disfrazó del mundo antes de llegar al dojo, los amigos que te acompañaron hasta el umbral, los libros que fueron llevándote implacables hasta allí, los hijos que dejas menos felices de lo que habrías querido..........


...... adelanta el pie izquierdo y entra. Es improbable que físicamente la muerte tenga mandado alcanzarte en el poco tiempo de un zazen pero si por casualidad o suerte fuera, allí la muerte te puede encontrar con los ojos abiertos.

Dicen que entonces se vive para siempre y que los mundos, todos, se vuelven lugares para pasear y volver y volver a marcharse. Dicen, pero yo no lo sé porque no me doy cuenta de que me haya pasado. Y no me importa vivir eternamente. Lo que sí me importa y mucho es que toda la vida que viva incluido el justo momento entre dos nadas, cuando "hay que entregar la cuchara", sea en paz, con honor y sin cuentas pendientes.

De eso tengo que ocuparme aquí y ahora. Por si acaso :)

A pie de página: Como nunca he muerto físicamente esta entrada es cualquier cosa menos producto de una experiencia personal. Y si la he tenido tan cerca como para tener miedo, no me he enterado gracias a la enorme cantidad de tonta temeridad e inconsciencia con que me ha obsequiado el universo. Todo es fruto de cosas que escuché sin querer o porque alguien quiso decírmelas.

"Entregar la cuchara" lo pronunció un monje a quien quiero especialmente porque sí y porque hundió más aún  sus pies en las cosas bellas de la tierra como la bondad o el combate por y con todos los seres que tiene cerca desde el día que le dijeron que no estaba bien del todo. Y eso le honra.

"No dejar cuentas pendientes" es cosa de Rafu que me lo enseñó sin saber que lo hacía porque como fue en un kusen habló de corazón a corazón y es de todos conocido que los corazones saben poco de nombres, apellidos y rostros-personajes.

Lo de morir en un templo le pertenece a un amigo masón que me explicó lo fácil que le hubiera resultado dejarse querer por la muerte en una ceremonia por los hermamos que habían pasado al Oriente Eterno (en idioma masón, difuntos). A él tengo que agradecerle muchas explicaciones sobre asuntos de los que el zen no habla.

Morir con honor... bueno, he visto morir así y en rebeldía. Y no es lo mismo una cosa que otra. Quienes lo hicieron con honor mantuvieron los ojos abiertos mientras estaban vivos y cuando murieron los cerraron.

1 pensamientos +:

Luis Cano Ruiz dijo...

Vivir pudiendo justificar tus actos, tus victorias, y sobre todo tus errores. Esa sería una muerte perfecta.

Cuídate.

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