Comentarios de Dôgen sobre el ego

   
  
Para estudiar la Vía es preciso despojarse del yo individual. Se pueden estudiar más de mil sutras y más de diez mil comentarios que aún así, si uno no suprime esta atadura, acabará por caer en la fosa de los demonios.

Cierto maestro dijo antaño: "Si no os habéis hecho con el espíritu ni con el cuerpo de la Ley, ¿cómo esperáis convertiros en budas o en patriarcas?". 

Liberarse del yo implica lanzar el cuerpo y el espíritu al gran océano de la Ley del Buda y practicar de acuerdo con ella, sin tener en cuenta los esfuerzos y sufrimientos que ello quizá conlleve. Es posible que en algún momento os sintáis humillados al veros obligados a mendigar vuestro alimento, pero, mientras penséis así, no estáis en disposición de conocer la Ley del Buda.

Olvidad todos los prejuicios mundanos y estudiad la Vía, remitiéndoos únicamente a la doctrina. De la misma manera, si os subestimáis pensando que no estáis a la altura de la Ley, significa que seguís conservando cierto apego a vuestro yo.

Tomar en consideración las opiniones de los demás y el modo en que puedan reaccionar está en el origen del apego a uno mismo. Estudiad y practicad la Ley del Buda. No tengáis nunca en cuenta la opinión de los demás (Shôbôgenzô Zuimonki, V, 9).
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Son muchos los que en la actualidad confiesan que las palabras de tal o cual maestro no les gustan. Es una equivocación pensar de este modo. No acabo de comprender lo que quieren decir con esto. ¿Acaso las enseñanzas sagradas son falsas porque ellos las imaginaban de otra forma? Eso es algo completamente estúpido. ¿O es que las palabras del maestro no concuerdan en todo punto con sus opiniones? Entonces ¿para qué va a consultarle? ¿O se basan más bien en sus apreciaciones subjetivas? En tal caso son esclavos de las ilusiones y pensamientos erróneos que existen desde que el mundo es mundo.

La clave del estudio de la Vía estriba en seguir al pie de la letra las palabras del maestro o los principios de la enseñanza sagrada, incluso en el caso de que no concuerden con lo que uno cree, rechazando los caminos basados en el yo individual e intentando enmendarse. Sólo de esta manera podréis estudiar la Vía.

Hace tiempo uno de mis compañeros, con muy alta opinión de sí mismo, fue a visitar a un maestro iluminado que le dijo: "Nunca podrás comprender el Espíritu si tu propio espíritu es diferente". Pero él permaneció apegado a sus propios puntos de vista y perdió su vida en vano, sin llegar a acceder jamás a la Ley del Buda. Observándole a él yo fui capaz de comprender que había que enfocar de otro modo el estudio de la Vía.

Desde ese momento, me esforcé en seguir las palabras del maestro y en profundizar en la doctrina. Más tarde, leyendo los sutras, encontré en uno de ellos esta frase: "Para estudiar el budismo es necesario abandonar las formas de pensamiento propias de los tres mundos" (en sánscrito Triloka: las tres esferas de la existencia que constituyen el sâmsara, es decir, el mundo de la forma, el mundo de la ausencia de forma y el mundo espiritual) . Así comprendí verdaderamente que no debía conservar mis antiguos modos de entender las cosas y que tenía que continuar corrigiéndome.

Uno de nuestros clásicos ha dicho también: "Los consejos sinceros hacen daño a los oídos". Es cierto que los buenos consejos que se os suelen dar no son gustosos de oír, pero, por desagradables que sean, si os esforzáis en seguirlos, finalmente saldréis beneficiados (Shôbôgenzô Zuimonki, V, 13).
   

7 pensamientos +:

nubeaguablog dijo...

Al final el único (y no es pequeño!) trabajo a realizar es transcender el ego. Lo malo es que es un transformista y cuando te enorgulleces de haberlo superado en tal o cual momento... ¡es él mismo el que se siente orgulloso!
Mucha atención

Comando Dharma dijo...

lo que nos lleva a la siguiente pregunta.
¿Como reconocer a un verdadero Maestro?
¿Debemos abandonar nuestro espíritu crítico y volver a comulgar con ruedas de molino?

El camino budista es la via del medio, confio que el abandono del Ego no sea la despersonalización y la idotez.

GYOKO

Roberto dijo...

El verdadero maestro es el Dharma, y este no es algo, como se suele creer, que este codificado y fuera de nosotros, sino que es en nosotros mismos donde hemos de buscarlo. Los llamados "maestros" en realidad no son más que amigos espirituales que, por haber recorrido ya el mismo camino, pueden darnos algunas indicaciones para que no nos extraviemos. Pero el camino es algo que tendremos que recorrer, con nuestros propios pies, y hacia dentro.

Respecto a coomo reconocer a estos buenos amigos (que es por cierto el nombre que se les daba en el budismo antiguo, siendo la "mistificación" de la idea de maestro más bien confuciana que budista), un primer punto sería... que nunca se llaman a si mismos maestros.

De estos creo que hay pocos, hoy por hoy, en Europa. Los que he tenido la suerte de conocer, desde luego era asi como se comportaban. Ni se llamaban maestros, ni consentían la adulación, ni gustaban de estar rodeados de una corte de adoradores.

nubeaguablog dijo...

Totalmente de acuerdo con Roberto Poveda. Ni se llaman maestros ni te llaman " discípulo"
Cuando ya has bebido mucha infusión de hoja de calendario se les suele calar con cierta facilidad.
Pero bueno. Siempre se aprende algo de todo el mundo, si uno esta abierto a aprender. Lo que pasa que a veces no es la lección que esperabas.

Anónimo dijo...

Por lo que he ido viendo, somos "maestros" y "discípulos" unos de otros sin saberlo ni pretenderlo e intercambiando papeles la mayor parte de las veces sin deliberación ni intención ni conciencia. Circunstancialmente.

Supongo que es la Vida, encarnada de uno en otro, de cosa en cosa, de situación en situación, la que enseña y es maestra.

ane

luis vilanova dijo...

hum...despojarse del ego

y QUIEN es el que despoja?

mikaela dijo...

Me sé la respuesta intelectual a esa excelente pregunta, Luis, sí, pero no la de verdad, la encarnada en el corazón.

Yo me llego a "párvulos" y lo que planteas es de universidad o incluso cátedra :)).

A lo mejor hay alguien por ahí, o tú mismo....

un saludo.

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