Una mañana, después de una tormenta, un hombre paseaba por la playa.
La tormenta había arrastrado a cientos de estrellas de mar a la costa, que ahora estaban varadas, sin posibilidad de volver.
Allí vio un niño agachándose a recoger las estrellas y lanzándolas con fuerza hacia el mar.
El hombre se acercó y le dijo:
“Es inútil que te esfuerzes; la marea está bajando y pronto todas morirán bajo el sol; hay cientos, quizás miles de estrellas tiradas en la playa ¿qué diferencia supondrá que salves unas cuantas?”
Y el niño cogió una del suelo y antes de lanzarla al mar respondió:
“Para ésta… sí que existe una diferencia”.