Concentrar la atención



Siéntate cómodamente y...
no muevas ninguna parte de tu cuerpo,
no modifiques en nada la posición en la que te encuentras ahora.
Observa tu postura, la expresión de tu cara, la posición de tus dedos uno a uno.


Observa cualquier tensión que puedas sentir en la mandíbula,
en las cejas,
en el estómago
y en las piernas.


¿Tienes los hombros alzados?
¿Tienes los dedos de los pies contraídos?
¿Tu cuerpo está inclinado en alguna dirección?
Si relajases tus músculos por completo ¿hacia dónde crees que caerías?
Hazte una idea clara de tu cuerpo y de tu mente.
Relaja cualquier tensión que descubras.
Respira dos veces, lenta y profundamente y, luego... continúa.
Fíjate: no es pensar, es atender; tan sólo atender.


El juego de la atención
"Una mente en calma lo cura todo." Robert Burton, filósofo del siglo XVII


Imagina que tienes a tu disposición un total de cien voltios de atención. Cada vez que aplicas tu mente a algo, le dedicas una parte de esa energía mental. Sin embargo, cuando te distraes o te preocupas, la malgastas en parte.


Supongamos que estás sentado ante tu mesa trabajando en un proyecto. Vamos a suponer también que has adoptado una postura un tanto incómoda y que algunos de tus músculos están en tensión. Cuando ésto sucede parte de tu atención se aparta hacia la tensión incluso aunque no lo notes. Ahí ya has perdido unos veinticinco voltios de atención. ¡Una cuarta parte de tus efectivos!


Imagina ahora que, mientras continúas trabajando, empiezas a sentirte un poco aburrido y a considerar tu trabajo como una tarea penosa, lo cual plantea un ligero conflicto porque una arte de ti quiere trabajar mientras que la otra está deseando salir corriendo. Aquí has perdido otros veinticinco voltios más.


A continuación imagina que tus pensamientos comienzan a apartarse imperceptiblemente del proyecto. Tu mente vagabundea ocupándose de las próximas vacaciones, la hipoteca, la torre de plancha que te espera tercamente en casa... el proyecto que tenías ante ti va desvaneciéndose lentamente pasando a un segundo plano: otros veinticnco voltios menos!


Y supongamos que desde lejos te llega el sonido de una conversación. Aguzas el oído, puede que estén hablando de ti... se agotó toda la atención que tenías para el trabajo o el proyecto. No queda nada.


Casi siempre parece que tenemos en la cabeza varias fuentes de actividad aisladas. Una parte piensa en el futuro. Otra se dedica a recordar el pasado. Una tercera dialoga con una cuarta... así que nuestro pensamiento está sobrecargado con una verdadera avalancha de palabras e imágenes. Como pelotas de ping-pong, nuestros pensamientos botan y rebotan rápidamente en direcciones imprevisibles para nosotros. Al final no tenemos ni un solo voltio de atención disponible para lo que nosotros los queríamos.


Un buena idea
Para trabajar con el máximo de eficacia y diversión, la relajación mental previa a cualquier tarea es una gran idea.......... las instrucciones del principio y estas otras:


Relajar la mente no significa dejar de pensar. Intentar deterner los pensamientos por completo es tan arduo como intentar detener la respiración y además no es nada útil. Relajar la mente equivale a renunciar al impulso de seguir cada pensamiento que te pasa por la cabeza. Deja que crucen libremente, uno por uno, hasta que se desvanezcan, no los sigas con la mirada interior, no hables con ellos, no les contradigas, no les invites a quedarse. Aunque la verdad es que los pensamienos tienen un poder casi magnético podemos hacer algunas cosas:


Contar es un buen sistema. A cada respiración ponle un número. Cuenta lentamente de uno a diez y vete bajando de nuevo hasta el uno. Entre cada número permite que los pensamientos fluyan con libertad pero devuelve la atención al número. Funciona porque, lo mismo que el ritmo de la resaca, el ritmo de tus palabras tiene el poder de calmar y relajar, de mantenerte a flote sobre las mareas y las corrientes mentales.


Un cielo azul es un bonito truco. Visualiza tu mente como un amplio y despejado cielo azul cruzado por pájaros de mil colores y tamaños que se acercan desde lejos: los pensamientos.


Fíjate de qué dirección aparecen. Puede que sea desde la izquierda de tu pantalla mental, desde el lugar donde el sol se pone. Puede que vengan desde el Este. Algunos parece que te asaltan por la espalda... Unos son rápidos, otros lentos y pesados; unos se refieren al futuro, otros son recuerdos del pasado; algunos tienen colores siniestros y en cambio otros son de brillantes colores...y finalmente se dirigen y desaparecen por algunos de todos los horizontes de tu cielo. Desaparecen. Y tú no te has quedado "pegado" a ninguno de ellos. Tan solo los viste pasar.
  

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