kaliyana mitra

        
"La verdadera amistad o el amor no se fabrican ni conquistan. La amistad siempre es un acto de reconocimiento. Cuando encuentras a la persona que amas, un acto de reconocimiento antiguo os reúne. Es como si millones de años antes de que la naturaleza rompiera su silencio, su arcilla y la tuya yacieran juntas. Luego, en el ciclo de las estaciones, esa arcilla única se dividió y separó. Cada uno se alzó como formas individuales de arcilla que alojaban su individualidad y destino. Sin saberlo, vuestras memorias secretas lloraban la ausencia mutua. Mientras vuestros seres de arcilla deambulaban durante miles de años por el universo, el anhelo del otro nunca decayó."

Esta metáfora permite explicar cómo se reconocen súbitamente dos almas en el momento de la amistad. Puede ser un encuentro en la calle, en una fiesta, en una conferencia, una presentación banal, y en ese momento se produce el rayo del reconocimiento que enciende las brasas de la afinidad. Se produce un despertar, una sensación de conocimiento antiguo. Entrmos. Habemos regresado a casa por fin.

En la tradición clásica esto encuentra una expresión maravillosa en el Simposio, mágico diálogo de Platón sobre la naturaleza del amor. Platón vuelve al mito de que en el principio los humanos no eran individuos singulares. Cada persona era dos seres en uno. Luego se separaron; por consiguiente, uno pasa la vida buscando su otra mitad. Al encontrarse, se descubren por medio de este acto de reconocimiento. En la amistad se cierra un círculo antiguo. Lo que hay de antiguo entre ambos nos cuidará, abrigará y unirá. Cuando dos personas se aman, pasan de la soledad del exilio a la casa única de su comunión.


El círculo de comunión
Para reflejar esto se necesita una palabra más vibrante que la tan trillada «relación». Las frases como «se cierra un círculo antiguo» y «un anhelo antiguo despierta y toma conciencia de sí» ayudan a revelar el significado profundo y el misterio del encuentro. Expresan en el lenguaje sagrado del alma, la unicidad y la intimidad del amor. Cuando dos personas se aman, se genera una tercera fuerza entre ellas. Una amistad interrumpida no siempre se restaura con horas interminables de análisis y consejos. Es necesario modificar el ritmo de los encuentros y reanudar el contacto con la antigua comunión que los reunió. Esta antigua afinidad nos mantendrá unidos si invocamos su poder y su presencia. Dos personas realmente despiertas habitan un círculo de comunión. Han despertado una fuerza más antigua que los envolverá y abrigará.


La amistad exige que se la alimente. Solemos dedicar nuestra atención principalmente a hechos de la vida tales como nuestra situación, trabajo y categoría social. Volcamos nuestras mejores energías en eso. El Maestro Eckhart escribió bellas palabras sobre esta tentación. Según él, muchas personas se preguntan dónde deberían estar y qué deberían hacer, cuando en realidad deberían preocuparse por cómo ser.

El amor es el lugar de mayor ternura en nuestra vida. En una cultura preocupada por las rigideces y definiciones nítidas, y a la que por lo tanto le exaspera el misterio, es difícil sustraerse a la contundencia de la luz falsa para entrar en el tenue resplandor del mundo del alma. Acaso la luz del alma es como la de Rembrandt, esa luz rojiza, dorada, que caracteriza su obra. Esta luz crea una sensación de volumen y sustancia en las figuras sobre las cuales derrama su suave resplandor.


El kaliyana mitra
La tradición budista concibe la amistad según la bella idea del kaliyana mitra, el «amigo noble». Nuestro kaliyana mitra, lejos de admitir nuestras pretensiones, nos obligará, con dulzura y mucha firmeza, a afrontar nuestra ceguera. Nadie puede ver su vida íntegramente. Así como la retina del ojo tiene un punto ciego, el alma tiene un lado ciego que no podemos ver. Por eso dependemos del ser amado, que ve lo que nosotros no puedes ver. El kaliyana mitra es el complemento benigno e indispensable de tu visión. Semejante amistad es creativa y crítica; está dispuesta a recorrer territorios escabrosos y accidentados de contradicción y sufrimiento.


Uno de los anhelos más profundos del alma humana es el de ser visto. En el antiguo mito, Narciso ve su cara reflejada en el agua y queda obsesionado por ella. Desgraciadamente, no hay espejo en el que podamos ver el reflejo de tu alma. Ni siquiera podemos vernos de cuerpo entero. Si miro detrás de mi, pierdo de vista el frente. Mi yo jamás me verá íntegramente. Aquel que amo, mi anam cara, mi "alma gemela", es el espejo más fiel de mi alma. La intregridad y la claridad de la amistad verdadera dibuja el contorno real de mi espíritu. Es hermoso contar con semejante presencia en mi vida.


Esa comunión está a nuestro alcance porque el alma contiene el eco de una intimidad primordial. Cuando los alemanes hablan de cosas primordiales, emplean el término ursprungliche Dinge: «cosas originales». Hay una Ur-Intimitat in der Seele, es decir: «una intimidad primordial en el alma»; el eco de las almas que desde el inicio son no-dos.

Sin embargo... no podemos amar a otro si no estamos empeñados al mismo tiempo en la obra espiritual, hermosa pero difícil, de amarnos a nosotros mismos. Cada uno de nosotros tiene en su propia alma la fuente del amor. En otras palabras, no necesitamos buscar fuera el significado del amor. Esto no es egoísmo ni narcisismo, no son obsesiones negativas sobre la necesidad de ser amado, por el contrario, es el manantial del amor en el corazón.


Por su necesidad de amor, las personas que llevan una vida solitaria suelen tropezar con este gran manantial interior. Aprenden a despertar con sus murmullos la profunda fuente interior de amor. No se trata de obligarse a uno mismo a amarse, sino de ser reservado, de incitar a ese manantial de amor que constituye tu naturaleza más profunda, a surcar nuestra vida. Cuando esto sucede, la tierra endurecida del interior vuelve a ablandarse. La falta de amor lo endurece todo. No hay mayor soledad en el mundo que la del que se ha vuelto duro o frío. El resentimiento y la frialdad son la derrota final.

Zazen es, también, volverse íntimo con uno mismo y justo por eso, justo en ese momento, volver a la intimidad con todo... de la que nunca estuvimos apartados.
 

1 pensamientos +:

Muiso dijo...

Nadie que no sea capaz de profundizar la soledad, será capaz de reconocer lo que es amar. La aparente "compañia" social cotidiana oculta y dificulta este reconocimiento.

Muiso.

Publicar un comentario