La forma Zen de resolver un problema

     
 

El maestro y el Guardián se dividían la administración de un Monasterio Zen.

Cierto día, el Guardián murió. Se necesitaba alguien que pudiera ocupar su lugar.


El maestro reunió a todos los discípulos para escoger quién haría la función de Guardián del Templo.

-"Voy a presentarles un problema",- dijo el maestro,- "y aquél que lo resuelva primero, será el nuevo Guardián del Templo".

Terminado su corto discurso, colocó un banquillo en el centro de la sala; sobre él había un exquisito florero de porcelana con unas hermosísimas flores.

-Éste es el problema-, dijo- ¡resuélvanlo!

Los discípulos contemplaron, perplejos, aquella belleza.
¿Qué representaba? ¿Qué hacer? ¿Cuál sería el enigma?

Pasó el tiempo sin que nadie atinase a hacer nada salvo contemplar el "problema", hasta que uno de los discípulos se levantó, miró al maestro y a los alumnos, caminó resueltamente hasta el florero y lo tiró al suelo, destruyéndolo.

- ¡Al fin alguien que lo hizo! - exclamó el maestro - ¡Empezaba a dudar de la formación que les hemos dado en todos estos años!. Usted es el nuevo guardián.

Al volver a su lugar el alumno, el maestro explicó:
- Fui bien claro: dije que ustedes estaban delante de un problema. No importa cuán bello y fascinante sea un problema, tiene que ser eliminado.

Un problema es un problema; puede ser un florero de porcelana muy caro, un hermoso amor que ya no tiene sentido, un camino que hay que abandonar… Sólo existe una manera de tratar con un problema.

Un problema, es un problema. No tiene sentido tratar de "acomodarlo" y darle vueltas, si al fin y al cabo ya no es otra cosa más que "UN PROBLEMA".
 

8 pensamientos +:

Anónimo dijo...

Ahora a ver quién es el "guapo" que se atreve a destruir su hermoso problema...

En mi caso lo veo más bien tirando a "gallina". En algún aspecto (y más de uno) vivo en una jaula dorada.

ane

Anónimo dijo...

Si rompió el florero de porcelana con hermosísimas flores, es más, si creyó a pie juntillas que el florero era un problema, entonces no me cabe duda que era la persona ideal para ser el guardian del templo. Por dos motivos:

*NO sabe reconocer la belleza.
*Cumple lo que le ordenan sin cuestionárselo siquiera.

Gasshô.

Anónimo dijo...

Queda claro que del mismo cuento se pueden extraer distintas conclusiones y a cada cual le sirve la que le sirve para lo que le sirve :))

ane

nubeaguablog dijo...

No quiero pecar de petulante pero según leía la historia se me estaba ocurriendo la idea. Debe ser cuestión de la edad.
Tal como están los tiempos,tranquiliza saber que si me quedo en paro, el puesto de guardián lo consigo fijo.
Un saludo desde la mar

mikaela dijo...

Mira qué listillo! :)

A mí todo lo que se me ocurrió tras leer que el monje lo destrozó fue: "Habrá que barrerlo!". Y es que como Fray Escoba, no tengo precio. Algún Templo necesita una buena barredora?

Saludos a la Alta Mar, unsui.

Anónimo dijo...

Mira que son raros los japoneses!!
Que a mi me pasa eso , y digo, ¿De que va este hombre?
Hay un problema.
¿ Y que problema hay, alma de mi sangre?
??????????????????????????????????????''

Jan dijo...

Reflexiono:

El monje se libera del ilusorio problema cuando elimina el ap-ego que lo vinculaba con su supuesta causa.

Saludos

mikaela dijo...

Es un honor tenerte por el musgo, Jan.

Aprovecho para agradecerte todo lo que encuentro en tu blog (tan recomendable que está en el círculo de la común-unión bajo el epígrafe de "FRAGMENTALIa")

Un abrazo. Grande.

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