El gozo de vivir
I. sobre tumbarse en la cama
Parece que estoy en camino de ser un filósofo de mercado, pero no lo puedo remediar. La filosofía, en general, me parece la ciencia de hacer que las cosas sencillas sean difíciles de comprender, pero puedo concebir una filosofía que sea la ciencia de hacer sencillas las cosas difíciles.
A pesar de nombres como "materialismo", "humanismo","trascendentalismo", "pluralismo" y todos los otros "ismos" muy largos, sostengo que esos sistemas no son más profundos que mi propia filosofía. La vida, después de todo, está hecha de comer y dormir, de encontrar y decir adiós a los amigos, de reuniones y fiestas de despedida, de lágrimas y risas, de hacerse cortar el cabello una vez cada dos semanas, de regar la flor en una maceta y ver cómo cae desde el techo la del vecino; y vestir nuestras nociones relativas a estos simples fenómenos de la vida con una jerga académica, no es más que una treta para ocultar una extrema escasez o una extrema vaguedad de ideas por parte de los profesores universitarios.
La filosofía, por lo tanto, ha pasado a ser una ciencia por cuyo medio empezamos cada vez más a comprender cada vez menos lo que somos. Lo que han conseguido los filósofos es esto: cuanto más hablan, más confusos quedamos.
Sorprende ver cuan pocas personas tienen conciencia de la importancia del arte de tumbarse en la cama, aunque en realidad, a mi juicio, las nueve décimas partes de los descubrimientos más importantes del mundo, tanto científicos como filosóficos, son realizados cuando el hombre de ciencia o el filósofo se halla acostado en su cama, a las dos o a las cinco de la mañana.
Algunos se acuestan de día y otros se acuestan de noche. Me refiero a la vez a acostarse, a tumbarse o tenderse física y moralmente, porque los dos aspectos coinciden. He notado que quienes convienen conmigo en la creencia de que estar tumbado en la cama es uno de los más grandes placeres de la vida, son los hombres honestos, en tanto que quienes no creen en la bondad de ello, son mentirosos, y en realidad están mucho tiempo tumbados de día, moral y físicamente.
Quienes se tienden de día son los que persiguen la elevación moral, los maestros de jardín de infantes y los lectores de las fábulas de Esopo, en tanto que quienes admiten francamente que se debe cultivar conscientemente el arte de tenderse en cama son los hombres honrados, que prefieren leer cuentos sin moraleja, como Alicia en el País de las Maravillas.
¿Cuál es, pues, el significado de tumbarse en la cama, física y espiritualmente?
Físicamente, significa retirarse consigo mismo, cerrarse al mundo exterior, cuando uno asume la postura física más indicada para el descanso y la paz y la contemplación. Hay cierto modo adecuado y lujoso de estar tendido en la cama. Confucio, ese gran artista de la vida, "nunca yacía derecho" en la cama "como un cadáver", sino doblado hacia un lado. Creo que uno de los mayores placeres de la vida es enroscar o cruzar las piernas en la cama. La postura de los brazos es también muy importante, a fin de lograr el más alto grado de placer estético y poder mental. Creo que la mejor postura no consiste en tenderse largo a largo en la cama, sino en apoyarse en grandes y suaves almohadones a un ángulo de treinta grados, con uno o los dos brazos colocados detrás de la nuca. En esta postura, cualquier poeta puede escribir poesía inmortal, cualquier filósofo puede revolucionar el pensamiento humano, y cualquier hombre de ciencia puede realizar descubrimientos que hagan época.
Es sorprendente ver cuan pocas personas se hallan advertidas del valor de la soledad y la contemplación.
El arte de estar tumbado en la cama significa algo más que el descanso físico después de haber pasado un día de esfuerzo, y de completo aflojamiento de los nervios después de que toda la gente que ha encontrado uno, todos los amigos que han de decir chistes tontos, y todos los hermanos y hermanas que han tratado de corregir el comportamiento de uno y de llevarle al cielo, le han arruinado del todo los nervios.
Es todo eso, lo admito. Pero es algo más.
Si se cultiva debidamente este arte, debe resultar una especie de limpieza mental. En realidad, muchos hombres de negocios que se vanaglorian de marchar a gran paso por la mañana y la tarde, y de tener siempre ocupados tres teléfonos en el escritorio, no alcanzan a comprender que podrían ganar el doble de dinero si se dieran una hora de soledad, despiertos, en la cama, a la una o aun a las siete de la mañana. ¿qué importa, aunque se quede uno en cama hasta las ocho? mil veces mejor sería que se proveyera de una buena caja de cigarrillos sobre la mesita de noche, y que dedicara mucho tiempo a levantarse de la cama y a resolver todos sus problemas del día antes de limpiarse los dientes.
Allí, cómodamente estirado o encogido, en pijama, libre de la picante ropa interior de lana o de la irritación del cinturón o de los tirantes y del sofoco de los cuellos y los duros zapatos de cuero, cuando los dedos de los pies están emancipados y han recobrado la libertad que pierden inevitablemente durante el día, puede pensar la verdadera cabeza de los negocios, porque solamente cuando están libres los dedos de los pies, se halla libre la cabeza y solamente cuando se halla libre la cabeza, es posible pensar de verdad. En esa cómoda posición puede ponderar sobre sus aciertos y errores de ayer y desbrozar lo importante de lo trivial en el programa del día que tiene por delante.
Sería más conveniente llegar a las diez a la oficina, dueño de sí mismo, que aparecer puntualmente a las nueve, o aun un cuarto de hora antes para vigilar a sus subordinados como un patrón de esclavos, y "atarearse por nada", como dicen los chinos.
Pero para el pensador, el inventor y el hombre de ideas, significa aun más tumbarse tranquilamente en la cama durante una hora. Un escritor puede obtener más ideas para sus artículos o su novela en esta posición que sentándose tercamente ante el escritorio toda la mañana y la tarde. Porque allí, libre de los llamados telefónicos y de los visitantes bien intencionados y las comunes trivialidades de la vida cotidiana, ve la vida a través de un cristal o de una cortina de cuentas, diríamos, y se tiende una aureola de poética fantasía en torno al mundo, al que imparte una mágica belleza. Allí ve la vida, no en su crudeza, sino transformada de pronto en un cuadro más real que la vida misma, como las grandes pinturas de Ni Yünlin o Mi Fei.
Lo que realmente ocurre en la cama es esto: cuando uno está en la cama los músculos descansan, la circulación se hace más suave y más regular, la respiración cobra tranquilidad, y todos los nervios ópticos, auditivos y vasomotores se encuentran más o menos en descanso completo, produciendo una quietud física más o menos total, y con ello se hace más absoluta la concentración mental, sea sobre las ideas o sobre las sensaciones.
Aún con respecto a las sensaciones, las olfativas o auditivas por ejemplo, nuestros sentidos están más agudizados en ese momento.
Toda buena música debe ser escuchada tendido en cama. Li Liweng dice en su ensayo sobre "sauces" que se debe aprender a escuchar tendido en la cama el canto de los pájaros al amanecer. ¡qué mundo de belleza nos espera si aprendemos a despertarnos al alba y escuchar el celestial concierto de los pájaros! En verdad, hay una profusión de música de los pájaros en casi todas las ciudades, aunque estoy seguro de que muchos residentes no lo notan. [...]