Pepe mi Maestro

  
j escribió en "La Verdad" sobre un Maestro:

"Todavía sigue inspirándome"

Un maestro, por lo general, es alguien que te transmite los conocimientos importantes y útiles que posee. Habitualmente lo hace por medio de la palabra. El lenguaje es el código que se suele utilizar para que sus ideas y conceptos pasen a sus discípulos.

Mi maestro en cambio no hablaba. ¡Mal asunto para enseñar!. Por si fuera poco, tampoco actuaba de forma que su ejemplo me inspirase, con lo cual nuestros canales de comunicación se puede decir que no existían. No sólo eso, muy posiblemente no tuviese nada que transmitir.

Sin embargo, era muy buen maestro. El mejor, diría yo.

¿Cómo podía ser tan buen maestro si la naturaleza no le había dotado – aparentemente- para lo que entendemos habitualmente por enseñanza?. Pues porque hay maestros que, en lugar de transmitirte algo que ellos saben, (que como todo concepto, es una imagen de la realidad, pero no la realidad misma), hacen que tú lo experimentes directamente. Es la diferencia entre hablarte de un cocido, sus ingredientes, su forma de preparación y comerte el cocido. ¡Menuda diferencia! En el primer caso, puedes llegar a ser un erudito del cocido, en el segundo ¡has vivido el cocido, lo has experimentado directamente!.

Te vienen a decir que todo lo que tienes que saber, ya lo sabes, lo llevas dentro. Sólo tienes que descubrir que lo sabes. Esta enseñanza que no se basa en transmitir conceptos, sino en experimentar la realidad se puede ejercer sin necesidad de palabras, sin predicar con el ejemplo. Pepe, que tal era el nombre de mi maestro, lo hacía muy bien, simplemente existiendo.

Pepe, padecía una parálisis cerebral. No hablaba, no podía interpretar lo que veía, no podía entender lo que oía, no podía moverse de forma coordinada... etc.

Sin embargo este estado lleno de limitaciones, era su mejor recurso para la enseñanza.

¿Qué aprendí con Pepe?

Aprendí a conocer mi egoísmo. Somos muy egoístas, pero procuramos no darnos cuenta de ello, para no dañar esa imagen súper-idealizada que tenemos de nosotros y que nos empeñamos en transmitir a los demás.

Cuando por la noche lloraba porque algo le molestaba o le dolía, me sorprendía a mí mismo haciéndome el dormido para no tener que ir. Si no había más remedio, me levantaba de mala gana, y lo intentaba callar, renegando de su existencia, dándome más pena yo, que el pobre Pepe que no tenía otro medio de decirnos que algo no iba bien y le hacía sufrir.

Aprendí que eso que llamamos amor o cariño, es casi siempre un amor interesado en mayor o menor grado. Un amor bastante propio a través de los demás. Aprendí que hay otro amor, o mejor Amor (con mayúscula), que está totalmente desprovisto de interés.

Pepe, nunca iba a ser un niño que hiciese las típicas gracias, que jugase, que de mayor hiciera la carrera con matrículas y fuera el orgullo de sus padres.

Muchas veces, vemos a los hijos como esa última esperanza, de que al menos ellos, hagan lo que nosotros no hicimos y podamos arrinconar algo nuestras frustraciones.

Con Pepe no se podía aspirar a esto. Sin embargo, ¡cuánto cariño se le podía tomar! Era realmente un amor desprovisto de interés, de condiciones. Era el centro de nuestra vida. Gracias a su existencia, a su estado, este Amor se podía manifestar.

Con Pepe se aprendía paciencia. Cuando se enfadaba no había un interruptor para callarlo, no le podías reñir o convencer de que dejase de llorar, ni tampoco podías pasar de él. Había simplemente que desarrollar la paciencia y evitando todo nerviosismo, toda desesperación, intentar descubrir que era lo que le molestaba.

Con Pepe se aprendía a ser feliz. Cuando a veces me tocaba estar con él, me sentaba en el suelo, en la colchoneta, que era donde pasaba gran parte de su tiempo, me lo ponía entre las piernas apoyando su espalda en mi pecho y pasábamos un buen rato oyendo a Mozart. Eran momentos de paz y felicidad, no espectaculares, pero sí de una intensidad que no he vuelto a experimentar.

Con Pepe podría haber aprendido muchas más cosas si hubiese estado más con él, si mi egoísmo no me hubiese impedido verlo como un Maestro, más que como una desgracia, una incomodidad. Desgraciadamente, un día del verano pasado se fue tan imprevistamente como había venido.

Hoy, 17 de Marzo cumpliría ocho años.

Le echo de menos.

14 pensamientos +:

Anónimo dijo...

Mientras están, ¡qué difícil! y cuando se van, qué nostalgia...

Anónimo dijo...

Cuántos Pepes hay por la vida que pasan desapercibidos

Anónimo dijo...

nostalgia y arrepentimiento.
En mi caso me hizo entender que siempre es mejor haber amado demasiado.

gyoko dijo...

muy bonito el nuevo encabezamiento del Blog.

En cuanto a este artículo me parece un poco tramposo.

Los niños.... las personas desvalidas.....los perritos.....,nos enternecen.
¿Para cuando vamos a observar con el mismo cariño a nuestros vecinos, a nuestros compañeros de trabajo, o incluso a nuestros familiares?

Tenemos que hacer del amor un acto de normalidad, de cotidianiad, me arriesgo a decir que incluso un acto de aburrimiento.

Siempre los heroes, los grandes maestros, los santos, las vidas ejemplares.

Yo reivindico al panadero medio dormido en su obrador, al mecánico que con solo escuchar un motor sabe lo que le pasa, o al monje que toca la madera en la puerta del Dojo y se dispone a meditar "con todos los Budas del pasado, presente y futuro", o sea SOLO.

GYOKO

Anónimo dijo...

Hasta que pasa que el desvalido es tu propio hijo o tu perro o tu madre con alzheimer y, qué quieres, estruja y apuñala el corazón con más dureza que el panadero de la esquina.

Es verdad que así debería ser con todos pero no lo es.

Cuando toca de cerca se abre eso de la gran compasión que decís después de la gran desesperación. Pero tiene que tocarnos así. No parece que haya otra forma.

Parecido a todo esto, una vez me emocionó un mendigo pagando a tocateja y con toda dignidad lo que había comprado en "el Árbol". La misma dignidad de la cajera que le cobró sin intentar ningún acto de hipócrita caridad.

Tengo una idea de lo que quieres decir y estoy de acuerdo, pero vivir las cosas en gente de tu familia, que la conoces y ves a diario duele más.

nubeaguablog dijo...

Una persona impedida,con Alzheimer o con parálisis cerebral, no forzosamente provoca más ternura. Para los que se tienen que hacer responsables de ellos no inspiran demasiada ternura cuando rompen tu planes, tus ilusiones... eso que llamamos vida.Ser responsables de ellos es en un principio como vivir en una película en blanco y negro. Un trabajo enerme, deagradable, que no tiene satisfacciones apenas. Da igual lo que hagas. No te lo van a agradecer. Incluso no te va a quedar el recurso de ver que ha merecido la pena, como cuando curas a un enfermo "normal".

mikaela dijo...

Oye Gyoko, lo de "un acto de aburrimiento" me ha dejado intrigada. ¿Puedes ampliarlo un poco? Tengo la impresión de que "tiene miga" y la miga es lo que más me gusta del pan.

Puede ser en la sesshin, si prefieres.

bss

Muiso dijo...

¿ Sabeis ? Mirandome un poco este asunto del cuidado de enfermos, me he dado cuenta de que, en mi, se produce una cosa curiosa: Cuando trato a un paciente no me cuesta a penas trabajo, es más , me gusta hacerlo, casi hasta es un acto alegre. Pero ¡¡¡¡¡ Ay amigos mios ¡¡¡ Cuando el paciente es alguien de mi familia, mis hijas, mi Ane.... quien sea, me invade la impotencia, la tristeza, un peso muy pesado, la casi desesperación. No me pregunteis por qué me ocurre esto, no tengo una explicación aún. Es como si el amor anónimo fuera muchisimo más facil de ejercer que el amor cotidiano, imbricado en mis carnes...........no sé, ya digo.

Anónimo dijo...

Las cosas no son igual vistas desde dentro que desde fuera, no es lo mismo cuando lo vives en primera persona que en tercera. Es por eso por lo que las cosas cambian

gyoko dijo...

El artículo me pareció hermoso, quizas demasiado, lo que hizo surgir de mi ese comentario un poco hostil.

SEGUNDA MIRADA.
El apego al yo.
¿Como nos situamos ante las personas, los acontecimientos, el mundo?

¿Que pasa cuando detectamos que aquello que está pasando puede hacer temblar los cimientos del fantasma egótico?

Puede ser que nuestra percepción de este peligro(muy en el incosciente personal) nos haga receptivos o por el contrario totalmente opacos a la sabiduría.

Observo que ante Pepe, ese niño al que percibimos indefenso e inofensivo, bajamos nuestras murallas, nuestras defensas, observamos sin ninguna prevención aquello que es el germen del Budismo, el sufrimiento y la impermanencia.
Sin esas prevenciones el aprendizaje es automático, natural, inconsciente.
El maestro no es Pepe sino nuestro nuevo modo libre de todo apego de observar el mundo.

nubeaguablog dijo...

Gyoko no creo que el comentario fuera hostil. Creo que no habías entendido el planteamiento.
Vivimos en un mundo idealizado en el que todo debe salir "bien". Este tipo de casos,cuando surgen, no producen ternura, producen enfado, zozobra, indignación... cualquier cosa menos ternura. No te digo, si en medio de la comida, tienes que levantarte a limpiarlos, porque han ejercido su derecho a la incontinencia fecal...
Efectivamente los niños, los perritos, los ancianitos producen cierta ternura. Es fácil amarlos (siempre que no tenga que estar totalmente pendiente de ellos mucho tiempo...).
Pero como bien dices,el amor debe ser incondicional, para que sea Amor. Si está basado en condiciones... es otra cosa diferente que llamamos igual.
Los griegos, eran más espabilaos y para evitar malos entendidos utilizaban diferentes nombres:
"Eros", era una mera atracción física, que no está mal (¡ni mucho menos!), pero ahí se queda. El ego desea y punto.
"Phileo" era un amor con base "contractual". Es decir te amo, a cambio de que tu me ames. Amor fraterno. El ego, haciendo trueques.
"Ágape", el amor que transciende la atracción física y el amor condicional de Phileas. Es total,no pone condiciones.El ego ha sido transcendido. Creo que es a lo que tu te referías respecto a amar a personajes comunes.
Estas criaturas tan "incomodas" tiene el valor impagable de enfrentarnos con nuestros egos y nuestros limitados amores y dirigirnos a la desesperación y/o la depresión o bien poner las cosas en claro. Por eso son inestimables maestros,porque todo aquello que desenmascara al ego, tan bien camuflado él, es un maestro. Todo aquello que nos sacude y nos hace ver la transitoriedad de todo, es un maestro. Todo aquello que nos obliga a hacer, sin remuneración de ningún tipo, actividades desagradables para el ego, es un maestro
Un abrazo

Siddharta dijo...

Uauuu!!! Menudo texto, hermoso y fecundo, a la vista de todos los comentarios. Y me toca muchísimo. Muchas cosas vienen a mi mente, que querria escribir. Pero hoy es sábado por la mañana, estoy solo: ni mi compañera, ni hijos, ni nietos. Voy a cuidar un rato de mi huerto, que lo tengo muy abandonado. La tentación seria quedarme aqui, leyendo más a fondo todos vuestros sabios e interesantes comentarios, que despiertan muchas reacciones en mi. Pero, voy al huerto, que también es un muy buen maestro.

Después vuelvo.

GASSHO.

Siddharta dijo...

Totalmente de acuerdo con las últimas palabras de Unsui. El Maestro está en todos lados. Yo he tenido todo tipo de maestros, a veces los más inimaginables.

Y sintonizo totalmente con el texto, pero lo esencial no sabria como expresarlo. Cuando compartes el sufrimiento o la desgracia o infelicidad de un hijo o una hija, de entrada, yo creo que el apretón del ego se afloja y el edificio egótico empieza a agrietarse un poco. Esta experiencia, vivida en profundidad, puede ser extraordinaria y ayudar mucho a desarrollar la compasión. ¡Puede ser totalmente transformadora! Por esto estoy radicalmente de acuerdo con el mensaje principal del texto, y lo digo por experiencia. Porque la cosa puede seguir viendo a una gata malherida y desvalida en el jardin de donde trabajas, y considerándola y cuidándola como a tu propia hija. Y la cosa no para aqui, sigue y sigue, y se va ampliando. Y que te impacte como si fuera propio el sufrimiento de alguien a quien ni siquiera conoces.

Pero para eso hace falta dejar caer todas las barreras y las defensas, nuestras corazas. Por esto somos capaces de hacerlo con seres desvalidos o con "perritos" o ancianitos, porque no los percibimos como peligrosos. Pero con el rival profesional o ideológico, por ejemplo, es otra cosa. Sólo cuando no hay miedo puede florecer el amor, sin fronteras. El miedo y el egoismo van de la mano. Sólo si cae el egoismo (la ilusión de un yo separado) florece la compasión, y sólo si hay compasión, no hay egoismo. ¿Pero por donde se empieza? Cada uno que lo haga como pueda. Por ejemplo, aceptar a Pepe como maestro. O acoger en tu vida a una persona que no esperabas, y que cambia por completo todos tus planes y proyectos de juventud.

Sex Shop dijo...

Muy buenoooo!!!!!!!!!!!!!!!!!!

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