Los amos del mundo

 
por Arturo Pérez-Reverte en El Semanal 577, el 15 de noviembre de 1998. (si es que estaba "cantado")

El Zen no es ajeno a nada de todo lo que constituye la vida ya sea sublime o asquerosamente miserable. Este artículo debería estar en otro lugar, por ejemplo en el blog que dedicamos a las cosas de la política-economía: SentidoComún  pero hoy he decidido dejarlo aquí sin más razón que porque sí.

Lo hace llegar unsui a través de... el cual lo recibió de... a través de... hasta remontarnos al autor, un cascarrabias con muchas razones para serlo.


Usted no lo sabe, pero depende de ellos.

Usted no los conoce ni se los cruzará en su vida, pero esos hijos de la gran puta tienen en las manos, en la agenda electrónica, en la tecla intro del ordenador, su futuro y el de sus hijos.

Usted no sabe qué cara tienen, pero son ellos quienes lo van a mandar al paro en nombre de un tres punto siete, o un índice de probabilidad del cero coma cero cuatro.

Usted no tiene nada que ver con esos fulanos porque es empleado de una ferretería o cajera de Pryca, y ellos estudiaron en Harvard e hicieron un máster en Tokio, o al revés, van por las mañanas a la Bolsa de Madrid o a la de Wall Street, y dicen en inglés cosas como long-term capital management, y hablan de fondos de alto riesgo, de acuerdos multilaterales de inversión y de neoliberalismo económico salvaje, como quien comenta el partido del domingo.

Usted no los conoce ni en pintura, pero esos conductores suicidas que circulan a doscientos por hora en un furgón cargado de dinero van a atropellarlo el día menos pensado, y ni siquiera le quedará el consuelo de ir en la silla de ruedas con una recortada a volarles los huevos, porque no tienen rostro público, pese a ser reputados analistas, tiburones de las finanzas, prestigiosos expertos en el dinero de otros. Tan expertos que siempre terminan por hacerlo suyo. Porque siempre ganan ellos, cuando ganan; y nunca pierden ellos, cuando pierden.

No crean riqueza, sino que especulan. Lanzan al mundo combinaciones fastuosas de economía financiera que nada tienen que ver con la economía productiva. Alzan castillos de naipes y los garantizan con espejismos y con humo, y los poderosos de la Tierra pierden el culo por darles coba y subirse al carro. Esto no puede fallar, dicen. Aquí nadie va a perder. El riesgo es mínimo. Los avalan premios Nobel de Economía, periodistas financieros de prestigio, grupos internacionales con siglas de reconocida solvencia. Y entonces el presidente del banco transeuropeo tal, y el presidente de la unión de bancos helvéticos, y el capitoste del banco latinoamericano, y el consorcio euroasiático, y la madre que los parió a todos, se embarcan con alegría en la aventura, y meten viruta por un tubo, y luego se sientan a esperar ese pelotazo que los va a forrar aún más a todos ellos y a sus representados. Y en cuanto sale bien la primera operación ya están arriesgando más en la segunda, que el chollo es el chollo, e intereses de un tropecientos por ciento no se encuentran todos los días. Y aunque ese espejismo especulador nada tiene que ver con la economía real, con la vida de cada día de la gente en la calle, todo es euforia, y palmaditas en la espalda, y hasta entidades bancarias oficiales comprometen sus reservas de divisas. Y esto, señores, es Jauja.

Y de pronto resulta que no. De pronto resulta que el invento tenía sus fallos, y que lo de alto riesgo no era una frase sino exactamente eso: alto riesgo de verdad. Y entonces todo el tinglado se va a tomar por saco. Y esos fondos especiales, peligrosos, que cada vez tienen más peso en la economía mundial, muestran su lado negro. Y entonces, oh prodigio!, mientras que los beneficios eran para los tiburones que controlaban el cotarro y para los que especulaban con dinero de otros, resulta que las pérdidas, no. Las pérdidas, el mordisco financiero, el pago de los errores de esos pijolandios que juegan con la economía internacional como si jugaran al Monopoly, recae directamente sobre las espaldas de todos nosotros. Entonces resulta que mientras el beneficio era privado, los errores son colectivos, y las pérdidas hay que socializarlas, acudiendo con medidas de emergencia, con fondos de salvación para evitar efectos dominó y chichis de la Bernarda. Y esa solidaridad, imprescindible para salvar la estabilidad mundial, la paga con su pellejo, con sus ahorros y a veces con su puesto de trabajo Mariano Pérez Sánchez, de profesión empleado de comercio, y los millones de infelices Marianos que a lo largo y ancho del mundo se levantan cada día a las seis de la mañana para ganarse la vida.

Eso es lo que viene, me temo. Nadie perdonará un duro de la deuda externa de países pobres, pero nunca faltarán fondos para tapar agujeros de especuladores y canallas que juegan a la ruleta rusa en cabeza ajena. Así que podemos ir amarrándonos los machos. Ése es el panorama que los amos de la economía mundial nos deparan, con el cuento de tanto neoliberalismo económico y tanta mierda, de tanta especulación y de tanta poca vergüenza.
______________________

Transcripción íntegra del articulo de Arturo Pérez-Reverte publicado en El Semanal 577, el 15 de noviembre de 1998.

6 pensamientos +:

Anónimo dijo...

Adoro a este tipo por la lucidez y la capacidad de analizar y denunciar los aquelarres de la politica, la sociedad e incluso a ti mismo si te pones por delante.Es una pieza.... importante.
Pero entre nosotros, esta amargao....
Eso no es Zen.... Le echamos una mano?
Es que a mi me cae muy bien y no podemos dejarle solito.

Siddharta dijo...

No puedo añadir ni una palabra. Simplemente pasar por aqui y dejar constancia que comparto la indignación de muchos.

Maldito sistema capitalista, que propicia la concentración de dinero y de poder en unos pocos, y la explotación y atropello de muchos. Más o menos, de una forma o de otra, creo que siempre ha sido así, desde que hay noticia histórica. Pero actualmente, la tecnología y la globalización, y el contraste con la supuesta democracia, lo hacen más y más bochornoso.

mikaela dijo...

¿Sabes qué, Siddharta? que agradezco enormemente los "pasar por aquí y dejar constancia". Da igual que sea en acuerdo o en desacuerdo.

Puede parecer una bobada pero que alguien diga: "he escuchado lo que has dicho y esta es mi opinión"... es un regalo.

Gracias por hacerlo. A ti, a los Anonymous y todos los que tienen un nombre por "dejar constancia".

Luis Cano Ruiz dijo...

La verdad es que Reverte clarifica en muchos aspectos, y en otro se trata de un cascarrabias que ha visto como el mundo siempre estuvo podrido y cada vez va a peor.

No hay que leerlo como si fuese el sabio que nos ilumina, sino como un tipo que opina. Para mi un maestro, aunque todo maestro tenga sus errores.

mikaela dijo...

"Un tipo que opina" es de agradecer en este tiempo en que pocos se atreven (o debería decir "nos atrevemos"?) a opinar y a mostrar su posiciones aunque dos días más tarde las revisen y desmientan.

Qué pena de miedo a no ser correctos (si es que semejante cosa existe)

Saludos, Ladrón.

nubeaguablog dijo...

Aunque no comparta cosas con él es efectivamente un tipo que opina y opina llamando a las cosas por su nombre, porque creo que a estas alturas de su vida, gilipolleces las justas.
A mi me impacta que aunque el artículo tiene 14 años... se puede suscribir ahora perfectamente.
Hace falta geste que opine y que se indigne mucho, mucho con lo que está pasando que llaman crisis y ¡ES UN ROBO!
Bss
j

Publicar un comentario