Se me ha ocurrido que tan solo voy a hacerme cargo de mis intenciones y de mis actos. De lo que hay en el medio: pensamientos y sentimientos, pues mira, no.
Después de observarme cuidadosamente en el dojo, de estar atenta a la enseñanza que es la actividad del dojo en sí misma, me doy cuenta de que los pensamientos van y vienen como les parece bien. Si les presto aunque solo sea un poquito de atención, se ponen gordos y mandones y empiezan a producir sentimientos, los cuales hacen lo propio (imitando a sus padres, debe de ser). El caso es que al final me vuelvo pastosa y ya no sé ni por dónde me ando.
Pero de lo que sí estoy segura es de mi intención y, a partir de ahí, lo que sí puedo decidir es qué hago y cómo lo hago. Por eso: respondo, y tan sólo ante mi propia conciencia que es la que sabe más y la que más severamente me juzga, de mi intención y de mis actos. No me hago cargo de lo que otros puedan interpretar tampoco. Sin fastidiar, claro.
Y punto ;-) Bueno, y punto no porque seguro que vuelvo a este tema.
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