Ango 1-5 de junio, 2005. Primer día. Permanecer en la calma

seis y media de la mañana
Vamos a pasar cinco días juntos, cinco días para hablar juntos del despertar, no hablar sólo con la boca, hablar con nuestro cuerpo. Cada uno de nosotros en la vida crea un personaje. Aquí se ha de abandonar, dejarlo fuera. Abandonar ese personaje, dejar sitio al Buda. Este lugar es maravilloso. La naturaleza es hermosa, fuerte, naturalmente despierta.

Hemos tenido la suerte de tomar forma humana, lo que no quiere decir que seamos superiores al resto de la naturaleza, pero nacer así es poder hacer realidad la Vía del Buda.

Un día Nyojo, el maestro de Dogen, dijo a sus discípulos: "Desde el momento en que cuatro personas, cualquiera que sea su historia anterior, llegan a reunirse, ese grupo de monjes se convierte en un tesoro inestimable."

Si entre los monjes y monjas algunos se comportan de manera inconveniente, se les ha de invitar con compasión y con la solicitud de una abuela a que sigan las enseñanzas del Buda.

La suavidad de la abuela es importante: robai shin, el espíritu de la abuela. La abuela tiene una edad pero el tiempo ha suavizado sus aristas, como las piedras de la orilla del mar, que las olas han hecho rodar durante siglos y al final están suaves como la seda. Incluso cuando se enfada, la abuela lo hace con la tranquilidad de la inmovilidad. No es por reacción. Es como una montaña que se desplaza tranquilamente.
Así pues, durante estos cinco días, abrid los ojos sin abrirlos, escuchad, estad atentos a vosotros mismos y a los demás. De nada sirve ser diplomático, tampoco sirve de nada ser áspero, duro. Podemos, en silencio, hablar de despertar, con palabras, sin palabras. Ayer por la tarde dije: "No habléis demasiado." Al mismo tiempo está claro que se puede hablar, si comprendéis lo que quiere decir hablar permaneciendo en silencio.

Escuchar sin estar al acecho, mirar sin juzgar. Sed íntimos con este espíritu, robai shin, el espíritu de la abuela.

El espíritu de la abuela no es sólo una apariencia. Esa piedra de la que hablaba, suavizada por el tiempo, se encuentra en lo más profundo de nuestro espíritu.

once de la mañana
Durante cinco días, practicad, mirad, oíd, pero comprended también que no basta ver con éstos ojos, oír con estos oídos. Antaño mucha gente conoció, vió, oyó, al maestro Deshimaru. Sin embargo no vieron nada, no oyeron nada, no comprendieron. Por tanto, los mismos oídos, los mismos ojos, pero no basta. Los sentidos nos son tan fiables.

El día que el Buda estaba en el Pico del Buitre había mucha gente, eran muchos. Sin embargo sólo Mahakashyapa sonrió. En aquel instante lo que vió, lo que oyó, no se limitaba a los órganos de los sentidos.

Durante zazen la mirada está colocada delante de uno mismo. Los sentidos están en descanso pero podemos ver más lejos que con los propios ojos, oír más lejos que lo que nuestras capacidades auditivas permiten. Existe un mundo en el que podemos ver con los oídos, oír con los ojos.

Ayer por la tarde Lise presentó a todas las personas que han venido a practicar, algunas han venido de muy lejos, unas ya se conocen, otras no. Las relaciones afectivas no son tan importantes. La gente a menudo confunde el corazón de la sangha con algo aectivo. Me gusta, no me gusta, siento, no siento. Lo que amo un día al día siguiente lo detesto. Una vida que siempre se basa en la dualidad. Aquí el corazón es el dojo. A partir de aquí, de este punto, como cículos concéntricos, todo se convierte en práctica.

Es como un cuerpo humano. Todos los órganos son importantes. Está el corazón, pero el corazón sin los pulmones es inútil. Los pulmones, el hígado, los intestinos son inútiles en sí mismos. No existen más que por sus relaciones de interdependencia. Sus relaciones no dependen del afecto.

Hay un divertido proverbio que dice que si alguien estornuda en la cuenca amazónica, otra persona en Tokio se acatarra.

En el Tenzo kyokun el maestro Dogen dice: "No seáis cuidadosos con algunas cosas y negligentes con otras. Actuad de tal manera que ni una sola gota del océano de los méritos se os escape. No dejéis nunca de añadir vuestra mota de polvo a la cima de la montaña de las acciones benéficas."

Comprended que practicar la Vía es que el Dharma del Buda te conmueva. Es una ocasión única de conocernos. Sin duda sin esto muchos de nosotros no nos habríamos conocido; por nuestro medio social, nuestro país, nuestras circunstancias, nuestra historia, nuestro sexo. Sin esto hubiera sido muy difícil conocernos.

Sin embargo, gracias al Dharma del Buda ha sido posible. Podemos sentir gran admiración por ello. Cada cual pone su mota de polvo en la cima de la montaña de los actos benéficos. Evidentemente se crean afinidades pero al final eso no es importante.

Saltar allá donde ya no depende ni de la atracción ni del rechazo. Me gusta, no me gusta. En este lugar se pueden crear relaciones humanas elevadas, profundas, generosas.

cuatro y media de la tarde
En el Hokkyo zanmai hay un poema que dice que la ley de la interdependencia y de la ocasión, u oportunidad, puede hacerse realidad en la claridad y el silencio del corazón. Si estamos aquí sentados juntos durante cinco días es por éso. La ley de la interdependencia es la ocasión; se le llama el momento oportuno, el momento favorable. Cinco días es muy corto. No debemos estar ciegos a ese momento favorable. Ir hasta el final. Todos los seres humanos tienen momentos favorables pero la mayoría están ciegos a ello. Como la gente que conoció al maestro Deshimaru, tenían ojos pero esos ojos no veían. Lo mismo ocurre con el kesa. Para algunos es el objeto más precioso. Para otros es sólo un trozo de tela. No estar ciego a ese momento favorable.

En japonés hay una palabra que se dice: jikai. Significa la alternancia del fruto y la simiente. A menudo los adultos, como los niños, dicen: "No tengo la culpa." He tenido una desgracia pero no tengo la culpa. He hecho esto pero no tengo la culpa. En cierta manera es estar ciego a uno mismo, a esta ley de interdependencia, a ese momento favorable.

Todo lo que hacemos es a la vez fruto y simiente. Observemos el fruto, observemos la simiente. Hay alternancia. Al mismo tiempo, el fruto contiene la simiente y la simiente contiene todo en lo que nos convertiremos. No hay dualidad.

En un sutra están estas palabras: "Cuando esto existe, otra cosa existe; cuando esto aparece, otra cosa aparece; cuando esto se acaba, otra cosa se acaba." La palabra interdependencia en sánscrito se dice: prapyaya, lo que quiere decir "hacer frente". Tiene el sentido de una bala que se dispara contra un muro y vuelve.

A través de la naturaleza que nos rodea es fácil observar que todo se rige por esta ley de interdependencia. Los árboles, los animales, las plantas, las flores. La relación entre interdependencia y oportunidad, el momento favorable.

El tiempo pasa y aquí estamos inmóviles. ¿Qué hacer con este instante? ¿Qué hacer con esta vida? Cada instante es el instante favorable. En la naturaleza, sin saberlo, en cada instante, todo aprovecha el momento favorable. Todo aprovecha el momento favorable sin que ello se base en una intención ni en una creencia. A menudo la fe, la creencia en Dios o en Buda, ayuda a la gente a aceptar los dolores y las vicisitudes de la existencia. Claro está, puede ayudar a la gente, pero fundamentalmente esta especie de creencia no es de ninguna utilidad en nuestra práctica. Creamos o no creamos, el momento favorable existe, la satisfacción existe.

La naturaleza sólo expresa esto. Existe separada del pensamiento de un ego. Lo que existe separado del pensamiento de un ego y en lo que no hay sitio para ninguna interferencia se llama Dharma.

Esta mañana he citado unas bellas palabras de Dogen: "No dejéis nunca de añadir vuestra mota de polvo a la cima de la montaña de los actos benéficos". Pero añadamos o no esa mota de polvo, la montaña ni aumenta ni disminuye. Es sólo nuestra práctica sin meta, sin fin. Es sólo no estar ciego al momento favorable.

Algunas personas van a recibir la ordenación al final de esta sesión. Han de comprender profundamente.

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