Aunque parezca mentira lo que celebramos en Navidad es el Solsticio de Invierno que corresponde al instante en que la posición angular del Sol en el cielo está más lejos de nosotros. En nuestro hemisferio, el hermisferio norte, tiene lugar, todos los años, entre el 20 de diciembre y el 23 de diciembre.
Simbólicamente es el momento en que los dioses vuelven. El Buda obtuvo la Iluminación, el Cristo encarnó en un niño, el Sol retornaba, Invicto, entre los romanos... en todas las formas tradicionales Dios se acerca tanto que encarna en cada humano que asiente y consiente para que así sea en él.
Cada año, durante Rôhatsu, se dan las condiciones favorables para realizar cada uno, en su propia carne, la Iluminación del Buda. No celebramos su Iluminación, que también, sino que decimos "sí" a realizarla personalmente. Rôhatsu y Navidad no son distintas.
Puede ser que tuviera que ser un tiempo de retirada hacia el interior para preparar un hueco tibio que acoja al Dios que todavía es bebé, chiquitito. Cuidarlo y alimentarlo para que se haga grande y luminoso. Para que no muera al poco de poder nacer. En mí. Para todos. Yo incluida. Y en eso andamos.
0 pensamientos +:
Publicar un comentario