He recibido este correo:
Ayer estaba buscando material para escribir sobre la figura del "maestro" y me encontré con un artículo en internet que hablaba sobre las diferentes condiciones de la enseñanza en estos tiempos y las diferencias oriente-occidente. Este no es un tema baladí, incluso el Dalai Lama dedica unas páginas en uno de sus libros sobre la cuestión de cómo elegir al maestro.
Para empezar, sólo hay un maestro, lo que Durckheim llama "El Maestro Interior". El verdadero maestro es aquel que nos pone en la pista del maestro de los maestros que es uno mismo. EL TAO es evolución y crecimiento, es expansión de cada hijo de la tierra y del sol, quién sino uno mismo puede decidir sobre uno mismo. Ahora bien esto ha de hacerse en contacto íntimo con la verdadera naturaleza, y éste es el camino que enseña el maestro.
En la antigüedad el maestro viajaba de pueblo en pueblo, aprendía de la diversidad y transmitía lo que sabía. El pueblo contribuía a su sustento. El maestro era considerado un guía y la gente estaba ávida de sus consejos. Por otro lado el cultivo del TAO era una dedicación exclusiva, porque las verdaderas conquistas exigen tiempo y dedicación, y todo el mundo se beneficiaba de ello. Los templos eran sustentados por el pueblo. En España hay un monasterio budista en Huesca donde se puede ir a pedir consejo, y alguien se sentará contigo a acompañarte con tus pensamientos. Los budistas tiene prohibido el trabajo remunerado para que no interfiera en su evolución personal.
Sin embargo hoy en día todo el mundo en occidente necesita un trabajo para vivir. En este contexto todo enseñante percibe una remuneración para poder mantener su dedicación. ¿Por qué esto nos molesta tanto? Aquí hay malentendidos. No nos sorprende que un profesional liberal tenga una buena retribución por su trabajo porque nos decimos a nosotros mismos que ha dedicado su vida al estudio. ¿Y el maestro? ¿Cómo cuantificamos lo que vale cada cosa? Lamentablemente todo esto no es mas que el reflejo del Ego y de las categorías en que divide su vida. Los monasterios vivían de diezmos, sin embargo el guía nunca los recibía directamente por lo que a los ojos de las mentes su enseñanza estaba libre del vil metal. Hoy está bien visto que un profesor de una conferencia y cobre varios miles de euros, y sin embargo desconfiamos si esto lo hace un monje.
El dinero es un deseo oscuro, un deseo que cubre muchas veces vacíos interiores. Por eso los monjes budistas tiene prohibido el trabajo remunerado. El peligro del dinero es precisamente ése, el de cubrir huecos, y a veces cuando nos identificamos con él, aunque lo estemos rechazando, estamos tapando vacíos. ¿Cuál es el verdadero precio de las cosas? En la sociedad son nuestras categorías virtuales las que se lo ponen. Aceptamos que un ingeniero gane más que un juez y sin embargo el esfuerzo del segundo ha sido muchas veces mayor que el primero. En el mundo personal de cada uno, las cosas valen según lo que deseemos verdaderamente alcanzarlas. Si queremos recibir una buena enseñanza porque nuestro SER la pide, buscaremos al mejor, al más adecuado para nosotros, y será aquel que ha dedicado su vida a comprender lo que enseña, ¿cuánto vale su enseñanza?.
Pensar que espiritualidad y dinero son antagónicos es una falacia. "Primum vivere deinde filosofare" decían los escolásticos. Hay que huir de quien trafica con las cosas del alma porque se ha olvidado del alma, y hay que huir de quien no comprende que la vida empieza en lo material porque ése se ha olvidado de dónde está. ¿Quién queremos que nos enseñe?.
Y al terminar de leerlo estaba bastante más que enfadada.
Pues no señor, no estoy de acuerdo, la enseñanza de la Tradición no se cobra y punto. Porque además tal y como se están poniendo los precios, solamente puede acceder a ella gente que tiene más de lo necesario para vivir, que le sobra, que se aburre, que busca sensaciones... vale, no todos.
Y porque no es mía. No hay ni un sólo texto sagrado que esté firmado por alguien con nombre y apellido. Se tomaron el trabajo de escribir y lo entregaron. Ya está.
La espiritualidad es cara, pero no en dinero. Es cara, y lo siguiente de cara, por el esfuerzo que exige, por el compromiso, por la resistencia y el anhelo requeridos.
¿Es un maestro quien exige, a cambio de un conocimiento transmitido de generación en generación con el solo fin de que perviva, cuatrocientos euros por alumno y fin de semana? Que, si echo cuentas y a pocos que sean, ¡genial! no tengo que trabajar para vivir. Hago eso y encima me adoran (total que me inflo como un pavo real).
Que no. Que no lo veo. Que mi nariz me dice que hay algo que no huele bien. Que me parece mucho mejor trabajar -y recibir un salario- como secretaria que cobrar como maestro de la Tradición. Eso no se cobra, eso se le cae a uno de la piel y lo transmite. Y que si, por lo que sea, a alguien le toca esa función (que los hay) vivirán con lo necesario.
Y mucho más que decir, mucho más. De momento me callo, no quiero exponer mi lado radical.
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