Siguiendo con las presentaciones

Entra como una especie de vértigo al presentarse: ¿qué digo que soy? o ¿quién digo que soy? Puedo decir mi nombre (mentira) o mi profesión (mentira) o de quién soy hija (muchas veces mentira también) mis años (mentira). Porque...

Me llamo maría victoria gema (lo de gema no lo sabe casi nadie) pero no me corresponde nada de nada, así que ahí ando yo buscando mi nombre verdadero, el que me nombra y que, a falta de otro mejor, de momento, escribo ane.

Trabajo como auxiliar de enfermería en la unidad de psiquiatría infanto-juvenil del hospital clínico, pero no es esa ni mi profesión ni mi función en el orden de las cosas (¿o sí?).

Sí soy hija de mis padres, al menos. No me pasa eso de que no tengo nada que ver con mi familia y que pareciera que la cigüeña se equivocó al dejarme caer. No, mi padre y yo somos los dos de norte. Mi madre y yo somos las dos muy “marujas”... por ejemplo.

Tengo cincuenta años. Parece que tengo menos y en realidad tengo tantos como la tierra o como algún planeta de lo que llaman el universo profundo.

Me defino mejor por lo que calienta mi corazón y hace que la sangre corra, caliente, por mis venas y por las cosas que digo que voy a hacer (y que nunca haré) que por cualquier otra cosa.

Eso sí: mi aspecto dice de mí la auténtica verdad. Soy el cuerpo y la cara que tengo, se me conoce en el gesto de las manos, en lo fea que me pongo cuando me enfado. También en el azul y oro de mis mejores momentos. O el negro y rojo de los peores.

Por hoy basta de ésto. ¡Tengo que divagar sobre la Gran Pregunta de Iñaki!

Cuando llegues que seas tan bienvenid@ como nosotr@s bienhallad@s

5 pensamientos +:

mikaela dijo...

Hace un tiempo que comenzamos este blog y lo hicimos presentándonos, como debe ser. Pero solamente lo hemos hecho tres de todos los que andamos por aquí.
Verse enfrentado a resumir quién es uno para que los demás se puedan hacer una idea más-menos exacta es una cosa curiosa. Y si no lo creéis, probadlo. Intentad redactar una carta de presentación, ya veréis lo que pasa...

gyoko dijo...

Me llamo Toni, como mi abuelo materno, siempre he alucinado con las cosas inutiles y he tenido capacidad para pasar horas mirando al techo.
De niño despistado, melancólico y justiciero, de adolescente filósofo con pocos amigos.
Mas tarde busqué en lo más cercano , entré en la Iglesia católica "para investigar" y trabajé con grupos de jóvenes, como dicen en cataluña un kumbaya.
Siempre muy en la linea de no molestar entré a trabajar en una oficina de una fábrica, me casé, tuve una hija, abandoné la iglesia expulsado por el dogma y me perdí en la masa.
Zazén me encontró lo bastante destrozado como para enamorarme de él(me dolia más el corazón que las piernas).Me enseño la paciencia, la libertad, la belleza, la dignidad, la compasión y retomé viejas prácticas que siempre han estado conmigo.
Encontré a Buda y me ordenaron Bodhisatva.
Encontré a mi familia y me ordenaron Monje.Regresé al Hogar.
Ahora tengo la inmensa fortuna tocar la madera en el Dojo de Mataró y de poder compartir mi zazen con gente maravillosa.
A mis cuarenta y nueve años he cambiado de profesión y atiendo ancianos enfermos en sus casas.
Discípulo al fin, he encontrado mi Maestro donde siempre estuvo.
Mi práctica Budista es un Buda Universal, un Dharma Universal y un Shanga Universal

Unknown dijo...

Conozco mucha gente que entra en el zen por el sufrimiento. El mushotoku, no se, parece que practicarlo cuesta, siempre buscamos algo, aunque sea Buda. Estaría bien, creo yo, entrar por que si sin esperar nada y quizás lo encontraríamos todo.

mikaela dijo...

¡Qué belleza estar enamorado del zen! Seguro que fue más hermoso todavía amar de esa forma dulce y confiada, como los niños, por haber vuelto al Hogar.
Qué bueno, gyoko, qué bueno.

Kyosaku dijo...

Para Anabel.
De lo que yo se, la mayoria de la gente para descubrir lo que necesita, primero tiene que sentir su falta.
Y no está mal que lo encuentre en el Zen, no?
Bienvenidos todos los que anhelan.

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